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Las artes municipales y otras instituciones

Al florecimiento de las artes plásticas -y de la arquitectura- en València durante el llamado periodo de entresiglos, bautizado como la edad de plata de la pintura valenciana por el estudioso Pérez Rojas, contribuyeron sobremanera las instituciones públicas de entonces. Tanto el Ayuntamiento como la Diputación prestaron especial atención al fomento de las artes, coadyuvando al impulso de las carreras de muchos artistas de entonces al tiempo que ganaban para sí un importante prestigio. De ese modo, además, mejoraron sensiblemente los fondos de sus colecciones públicas.

Tanto los munícipes como los provinciales de finales del siglo XIX y comienzos del XX, nutrieron con pensionados, becas y adquisiciones a la sociedad artística de aquella floreciente época que alcanzó su cénit con la Exposición Regional de 1909 y la contratación de Joaquín Sorolla por el millonario americano Archer Huntington para pintar su monumental Visión de España.

El mismo Sorolla, uno de los hermanos Pinazo o Vicente Navarro, entre otros, fueron pensionados. Obras de Mariano Benlliure, Antonio Fillol, Salvador Abril o el escultor José Capuz, por citar solo a algunos artistas, fueron adquiridas por el Ayuntamiento o la Diputación. Basta darse una vuelta por los despachos más pomposos de estas instituciones para comprobar la calidad de muchos de los cuadros que penden en sus paredes.

De aquel impulso decimonónico restaba cuando arrancó la democracia poco menos que la beca Velázquez en Madrid que patrocinaba el Ayuntamiento y los también municipales premios Senyera. En la Diputación se pusieron en marcha las becas Alfons Roig así como la sala de exposiciones Parpalló, donde rompió la mano como comisario de exposiciones un joven recién llegado de Nueva York, Vicent Todolí. Los políticos de entonces comprendieron la necesidad de enlazar con la tradición institucional que apadrinaba las artes y se dedicaron a ello. El Ayuntamiento instaló esculturas de calidad en la vía pública -Miquel Navarro, Alfaro€- y adquirió piezas de gran formato del Equipo Crónica, Carmen Calvo, Genovés, Teixidor y otros artistas contemporáneos que destacaban ya entre los 70 y los 80.

La consolidación de la autonomía con la Generalitat nos trajo el IVAM, cuyo amanecer inicial opacó al resto de instituciones valencianas, de lo que todavía parece que no se han repuesto. Tras la desaparición de Antonio Asunción, la Diputación ha ido subsumiéndose en una noche oscura del arte de la que ningún gestor cultural ha sabido sacarle, salvedad del corto periodo en el que Ana de Miguel estuvo al frente de la Parpalló. En el Ayuntamiento, únicamente el empuje de Mayrén Beneyto despejó por unos meses el fenomenal desorden de los museos municipales.

Así las cosas, la última legislatura, con los progresistas de regreso al poder institucional, confirmó el giro políticosocial del programa de exposiciones tanto del citado IVAM como del Centro del Carmen, reconvertido en espacio de cultura contemporánea, mientras el Instituto dirigido por García Cortés reemprendía su política de compras aunque con criterios sesgados. El MuVIM, por su parte y tras reubicar en su espacio la sala Parpalló, confirmaba su decadencia, en tanto el Ayuntamiento mostraba un evidente desinterés por las cuestiones plásticas, cerrando incluso la programación de algunas de sus galerías artísticas.

Estamos ahora en el arranque de un nuevo cuatrienio político que examinará de modo definitivo las esperanzas artísticas valencianas. Es el momento de que las instituciones más emblemáticas de la ciudad aclaren su papel en este ámbito y, si es posible, recuperen su protagonismo con criterio y rigor. Mejorando, por ejemplo, el carrusel expositivo de Bancaja, tan grandilocuente como en ocasiones insustancial y sin peso historiográfico. Un sin vivir sin criterio que amenaza incluso al Museo de Bellas Artes, la segunda pinacoteca del país, hundida tras el fallecimiento de Fernando Benito y que en estos días anda eligiendo futuro director bajo la fórmula del concurso -abierto pero con apenas unos días de margen para la presentación de proyectos museográficos.

Invoquemos pues la ayuda de los dioses y de las musas así como la llegada de nuevos gestores al concurrido mundo del arte valenciano para que este vuelva a despegar para satisfacción estética de sus ciudadanos. Que no solo de pólvora y humo se alimenta el espíritu de los valencianos.

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