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Teresa Domínguez

Envalentonar a la bestia

Siete asesinatos machistas en 16 días, uno cada 54 horas, es una frecuencia a todas luces inasumible, dejando claro, obvio es, que una sola muerte violenta ya es en sí misma indigesta para cualquiera que se precie de humano. De ellos, cuatro fueron cometidos en cinco días. Las alarmas deberían haber empezado a sonar hasta ensordecer. Y no lo han hecho. O no más que en otras ocasiones.

Es cierto que no es la primera vez que se produce una insoportable concentración de crímenes machistas en un corto lapso de tiempo, hasta el punto de que más de una voz ha llegado a reclamar el cese de la difusión en los medios de comunicación de los atentados machistas bajo el (yo creo) peregrino argumento de que su mera publicación ejercía de faro y estímulo para que otros supremacistas de género acabasen matando a sus mujeres, o a sus novias, o a su propia estirpe, como el salvaje de Beniel. Admito que en algún momento incluso yo, que llevo décadas recogiendo entre mis letras los cuerpos desmadejados de tantas y tantas supervivientes fallidas, llegué a dudar. Pero el raciocinio me devolvía a la lógica de los hechos: cada caso tenía su propia intrahistoria y cada asesino exterminaba espoleado por sus propias circunstancias -el anuncio de la separación, la firma en el juzgado, el chismorreo maledicente e infundado de un vecino...-. Es más, no publicar los crímenes machistas, como ocurre con los suicidios, solo ayuda a invisibilizar una lacra que ha generado más muertos que ETA en el mismo periodo.

¿A qué viene todo esto? A que ahora que había desechado el run run de la imitación, se me agranda cada vez más en la mente otro temor, cuyas desdibujadas formas negras se perfilan cada vez más como las de un gigantesco arácnido: el de que detrás de esa aceleración criminal repta el envalentonamiento de quienes escuchan de la boca de líderes políticos, los de Vox, pero también de algún dirigente del PP que empieza a descararse, que la violencia de género no existe, que matar a la mujer de uno no merece ni estar detrás de una pancarta y que lo mismo es que te rebanen el cuello en un atraco a que lo haga quien te jura ¿amor? pero no tiene empacho en exterminarte el día que 'pierde' el poder sobre ti. Llamar al crimen no han llamado, pero lo que dicen y hacen se le parece tanto que tiempo al tiempo...

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