Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La prensa y la leche derramada

Aconseja el dicho no llorar sobre la leche derramada. Si hay una profesión que abusa de los lamentos esa es la nuestra. La prensa llamada despectivamente tradicional por el periodismo «milenial», sin ánimo de ofender, ha derramado mucha leche en los últimos años. Y, lo peor, ha llorado mucho sobre ella, hasta el punto de vaciar la lechera, secar las ubres de la vaca y aguar la leche con las lágrimas.

Lo primero que ha perdido la prensa -más la de Madrid o la de Barcelona que la regional- ha sido la agenda. Ya es rara la portada que decide el tema del día. La agenda ahora la marcan las redes sociales (el sobaco de Irene Montero o los peinados de las ministras) e incluso las series de las plataformas («Chernobyl» o «Alcàsser»).

No solo hemos regalado la configuración de la agenda (los asuntos de los que se habla, sobre los que se debate), sino que hemos cometido el garrafal error de seguir la agenda que marcan los “nuevos medios” (la antigua prensa popular, las redes) y concedemos espacio a las teorías conspiranoicas de crímenes antiguos, al pelo de las políticas, o a polémicas artificiales creadas por políticos populistas (tenencia de armas, la herencia de don Pelayo…). Hagan la prueba y busquen en Google la expresión “incendian las redes”; el resultado son cientos de noticias de cabeceras, supuestamente prestigiosas, que avivan el fuego.

Determinados partidos políticos (sobre todo los que hemos dado en llamar populistas) se han dado cuenta y hoy son ellos por sus propios medios quienes participan en esa competición por la agenda, despreciando la antaño poderosa prensa. Y sus medios son los tuits de Trump o Boris Johnson, las emisiones de la «Tuerka» (la televisión de Podemos) o la nueva marca “Vox informa”, creada por el partido de Abascal para ofrecer “lo que la prensa oculta”. ¿Para qué periódicos? Ni siquiera un «Alcázar» o un «Mundo Obrero» serían tan eficaces.

Llorar y llorar no sirve de nada porque no va a escampar y la hemorragia continua: o nos reinventamos o nos vamos

Y no aprendemos. Seguimos derramando leche sobre la que no tardaremos en llorar. Y lo hacemos adoptando posturas políticas extremas -hay periodistas más fanáticos que los propios líderes políticos- y jugando un papel de militancia que no nos corresponde. La radicalidad partidista de algunos medios de Madrid y Barcelona (digitales y en papel) no conoce igual ni siquiera en la II República.

Otra función esencial que ya estamos en proceso de regalar es el certificado de autenticidad de las noticias. El “lo ha dicho el periódico” de ayer se está transformado en el ya lo han verificado Newtral o Maldita Hemeroteca. Son los reyes del «fact checking». ¿Para qué nos han servido a los periódicos tantos años contrastando los hechos? Para nada, porque ahora otros medios jóvenes, eso sí, aprovechan la zozobra, la pérdida de credibilidad y el envejecimiento de la prensa. Bien por ellos. La autoridad para certificar la verdad no es de nadie, más que del que se la gana. ¿Quién le ha dado el sello de certificar noticias a Ana Pastor, única accionista de Newtral? Se supone que se lo ha ganado y se lo ha arrebatado a la prensa clásica. Sólo el lector tiene la capacidad de decidir a quién le confía su representación.

La duda es si las cabeceras clásicas aún estamos a tiempo de reaccionar. Si seguimos haciendo lo mismo, día tras día, está claro que la hemorragia continuará. Llorar y llorar, esperar a que escampe, no sirve de nada, porque no va a escampar. Mientras alguna prensa aún está pensando en cerrar contenidos (25 años después), en el Reino Unido dan a conocer un dato espeluznante: uno de cada dos adultos ya usa las redes para informarse.

Incumplo una norma no escrita de los periodistas: No hablar de nosotros mismos. Sirva de disculpa que ésta es una situación de emergencia. O nos reinventamos o nos vamos.

Compartir el artículo

stats