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El Cristo de una Albufera «gravemente enferma»

Hace varios años enviaron de párroco a El Palmar a un cura que sabía Teología, Juan Miguel Díaz Rodelas, y él introdujo la Teología Ecologista en el sector, adelantándose con creces a la Encíclica «Lauto si» del Papa Francisco. Cuando la barcaza de la imagen del Cristo de la Salud llegaba al lluent todas las barcas paraban en su derredor y el joven sacerdote soltaba su prédica ecologista reivindicando la salud y salvación para el aterrado y descuidado por los hombres lago.

La Albufera está «gravemente enferma». Lo dicen los investigadores Miguel Mondria y Enrique Cifres en un sesudo «Estudio para el desarrollo sostenible de la Albufera de Valencia» . Y el Cristo de la Salud está clavado de pies y brazos para hacer nada o poco, porque la perversidad humana sigue empeñada en matarla. Un sabio profesor republicano de Antropología que tuve, Julián San Valero, clamaba siempre contra el aterramiento de La Albufera y contra los vertidos contaminantes de acequias y canales al lago, sin que le hicieran ningún caso.

Al final del franquismo, Ignacio Carrau, presidente de la Diputación de Valencia, ideó la construcción de un colector perimetral el lago que lo rodeara e impidiera que los vertidos insanos acabaran en el lago. Y se quedó en eso, pura idea. Poco podrá hacer el venerado y querido Cristo de El Palmar si el ser humano, el que tiene el poder y la capacidad de verdad para hacer el bien o el mal, no colabora.

Los doctores Mondría y Cifres han diagnosticado la causa del mal estado del lago «entradas excesivas de materia orgánica alóctona y nutrientes inorgánicos». Ha desaparecido o se ha reducido especies de gran importancia ecológica. Los científicos sin entrar en cuestiones de fe que no son su especialidas abogan por «requerir un elevado grado de compromiso por parte de las administraciones implicadas» para hacer frente al problema.

Se ha pasado de las aguas claras y elevada biodiversidad de los años 60 pasados -dicen los maestros- a las aguas turbias y escasísima variedad biológica de la actualidad. El progreso social e industrial ha ido matando nuestro lago por excelencia. Hace falta agua clara y abundante. Aquí, en estas páginas, hace años ya, sin haber leído este informe, ya decía quien suscribe que faltaba agua buena y abundante en La Albufera. Vicente Aleixandre, ex pedáneo del lugar, con su habitual arrogancia franquista, en la Romería de ese año me desmintió y ridiculizó la afirmación. Todo estaba perfecto a su entender. Él lo resolvía organizando las barcas y subiéndose a la del Cristo de la Salud.

Y es cosa manifiesta que no le llega al lago tanta agua del Xúquer como antes. Las escandalosas extracciones de La Mancha y la modernización de los regadíos de La Ribera están menguando las entradas de agua dulce. «La Albufera necesita un caudal de agua limpia para revertir el estado actual de dominancia del fitoplancton y rehabilitar un estado con aguas claras dominado por vegetación acuática», decían estos expertos hace ya 15 años en un informe elevado al Ministerio de Medio Ambiente. Y ni caso.

El actual párroco, Antonio Teruel Molina, imagino que en su prédica este año en medio del lago, al capvespre, no le pedirá al pobre Cristo de la Salud que resuelva él sólo la situación agonizante y agobiante de La Albufera, sino que llamará a que los políticos -sobre todo los que van a hacerse la foto- se dejen de verborreas y se pongan a trabajar para salvar la Albufera, ésa que llevan tantos años dándole la espalda, Pedirá al Cristo que mueva a los cargos públicos con competencia sobre ella a trabajar y resolver el grave problema si no quieren que pronto se convierta en una espesa y pestilente charca.

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