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Está bastante demostrado que no se trataba de un Murillo. Tal cual responde el nuevo director del Museo de Bellas Artes, Carlos Reyero, ante la pregunta de mi compañera Begona Jorques. Al tiempo que recomienda que se debe ser muy cauto ante cualquier nueva atribución, así como huir del relumbrón porque después pasa lo que pasa. Si hubiera una lista de los mejores historiadores de arte españoles, Reyero figuraría entre los cinco primeros. Currículo, investigación y publicaciones avalan al estrenado inquilino del San Pío V. Es el primer especialista en decir públicamente lo que todo el mundo de arte sabía, pero nadie se atrevía a decir, con excepción del presidente de la Academia de San Carlos, Manuel Muñoz Ibáñez. Estuve en la presentación de aquel Murillo simulado al que bautizaron como Religiosa en contemplación, y para avalar la supuesta autenticidad de la pieza acudió el conservador del Museo de Bellas Artes de Sevilla, Ignacio Cano, junto con el entonces responsable de la pinacoteca, José Ignacio Casar Pinazo y el secretario de Cultura, Albert Girona. Los dos últimos ya no siguen en esos cargos públicos, pero la sensación de cutrez del acto me duró varios días hasta que me pusieron sobre aviso de lo que podía ser una engaño en toda regla, ahora confirmado por Reyero. Tramposos en arte ha habido siempre, lo angustioso es que una institución pública de gran prestigio, al que acuden cada curso miles de estudiantes, cayera tan bajo. Lo que lleva a la conclusión que para gestionar la cultura pública se necesita gente comedida y responsable. No sé quien le recomendó al conseller Marzá el nombramiento de Casar Pinazo, pero el ridículo ha sido grande. Aunque parece que sus compañeros no han aprendido la lección, la desfeta que han ejecutado en el área de Cultura de la Diputación merece tarjeta y expulsión. No se puede ser tan irresponsable, a no ser que te importe un higo y utilices la institución que dices que debe desaparecer para garantizarte el clientilismo partidista. Es tan escandaloso como el Murillo falso. Y la cultureta muda.

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