Cuando llego por primera vez a España, en 1978 (en pleno debate constitucional), a seguir estudios de Arquitectura en la Universitat Politècnica de València (UPV), traía una mochila de ideas antiespañolas (muchos prejuicios y varias leyendas) aprendidas en la Historia Patria del colegio, cantadas en el Himno Nacional o escuchadas en la Universidad, como aquello de que un filósofo español era como un torero alemán, o que para estudiar ingeniería había que ir a EE UU y humanidades a Francia, porque España era un atrasado y oscuro país donde se mataba a los poetas y el dictador se paseaba bajo palio€

Cuando regreso a Colombia (en 1982), la mochila se había aligerado en buena parte de ese bagaje -que me sorprendió encontrar incrementado en personas nacidas en València o Barcelona-, y se había recargado con lo aprendido en la UPV, en los libros, en la calle y con familiares y amigas/os de varias procedencias y creencias. Baste mencionar el costoso empeño en construir adaptando la Normativa Española del Hormigón (EH 73), pues la primera normativa en Colombia (CCSR 84) se establece a raíz del terremoto de Popayán (en 1983), tras el cual se descubren viguetas reforzadas con alambre de púas; y el trabajo en el Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán, terciando a favor de la justicia social a través del diálogo efectivo, aplicado (parcial pero exitosamente) en la Transición española con apoyo de la socialdemocracia europea.

En mi vuelta a España, en 1990 (un año después del asesinato de Galán), la mochila tenía insumos nuevos y una mirada más o menos equilibrada entre escepticismo y optimismo sobre la historia de Colombia, de España y del Homo Sapiens, y sobre la mía propia en estos vastos escenarios. Pero este artículo va de dos libros que recomiendo leer porque iluminan la comprensión de avatares reales e imaginarios, maravillosos y espantosos, felices y dolorosos de la historia iberoamericana (no sólo hispanoamericana), desde 1492.

Se trata de Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio Español, de María Elvira Roca Barea (2016, Siruela); y de Imperiofilia y el populismo nacional-católico, de José Luis Villacañas (2019, Lengua de Trapo).

Como no soy historiador -solo un buen lector y ciudadano interesado en sus entornos- no entro en la comprobación de los hechos y documentos que trae Roca Barea en las 481 páginas y 716 referencias bibliográficas de su denso (y a veces pesado) libro. Pero me he detenido con atención en las interpretaciones opuestas, muchas veces antagónicas, que hacen la autora y Villacañas sobre esos hechos, documentos y personajes como fray Bartolomé de Las Casas (casi un fabulador para la primera y casi un profeta para el segundo) o Alexander von Humbolt (de quien este año se celebran los 250 de su nacimiento), en relación con cuatro grandes procesos históricos que se dan entre los siglos XVI y XVIII: El Sacro Imperio y la Inquisición (con antecedentes medievales); y el Imperio Español y la Reforma, con efectos que llegan hasta nuestros días.

Sin compartir la condena de tinte inquisitorial que hace Villacañas del libro de Roca Barea, como dañino y peligroso, ni los 50 epítetos que el profesor valenciano dedica a la profesora andaluza y su obra; además de la recomendación de leer ambos textos porque ilustran el sustrato ideológico del nacionalismo centralista y los nacionalismos periféricos (de derecha e izquierda) y permiten calibrar la distancia que hay entre el Memorial de Agravios de Camilo Torres y los Agravios Comparativos de Quim Torra, debo precisar una propuesta a los gobiernos de Colombia y España, formulada en un artículo anterior:

Aplazar las decisiones sobre el Galeón San José (GSJ) a la publicación de un tercer libro que se podría titular Fraternidad iberoamericana. Hacia una reinterpretación de la historia común, que ayudaría a comprender que el GSJ es un valioso patrimonio sumergido a compartir por regiones y pueblos herederos del Imperio Español. Y que, por lo tanto, no puede quedar, en ningún porcentaje, en manos de cazatesoros. Sería, además, un insumo clave para la XXVII Cumbre que se celebrará en Andorra en 2020.