Hace tres semanas el Ayuntamiento de Valencia aprobó el pago de 30.000 euros a un hostal por alojar a personas necesitadas. No faltan voces que denuncian un escaso avance en políticas dirigidas a colectivos desfavorecidos, siendo éstos pagos reflejo de esa carencia de iniciativas sociales y que deriva en respuestas asistencialistas. Aún resuenan las declaraciones del presidente del mayor albergue de la ciudad de Valencia, en Paseo de Pechina, en las que exponía su preocupación por el aumento de personas sin hogar: se ha pasado de 400 a 800 en los últimos años. Esos días, el alcalde anunciaba que les repartiría botellas de agua para combatir el calor, pobre bagaje si tenemos en cuenta que la capital ha superado la cuarentena de asentamientos y somos la tercera Comunidad autónoma en número de desahucios.Es indudable que son las personas sin hogar las que representan el lado duro de la exclusión. Más de la mitad sufre alteraciones de personalidad, una de cada cuatro ha intentado suicidarse, muchas padecen trastornos adictivos y la mitad de las mujeres que duermen en las calles han sido objeto de agresiones sexuales.

El Observatorio de la pobreza de la Comunidad indica, con todo, que estas personas son las últimas en la escala de prioridades de la Administración. Un panorama de difícil justificación.El equipo de Ribó llegó a la alcaldía denunciando las vergonzantes medidas asistencialistas del anterior gobierno, al que descalificaba por su política en materia de acogida y por no dar respuestas a quienes dormían a cobijo de los puentes. Hoy no solo vemos cómo los sin techo son ya el doble, sino -qué paradoja-, que la zona del Botánico que da nombre al tripartito y el mismo parque Central en el que Ribó presentó formalmente a su equipo para ganar las elecciones, son dos de los puntos elegidos por las personas sin hogar para pasar la noche.Se lleva tiempo prometiendo nuevos modelos, nuevos recursos, dotación de centros sociales y futuros albergues públicos, entre otras medidas de carácter integral, pero hoy por hoy se ofrecen botellines de agua en días de poniente y mantas en noches de frío. Poco más. Y el discurso de la justificación no difiere tanto al de los gobiernos anteriores: se achaca a los ministerios responsables de la política migratoria, a la consabida infrafinanciación, a la herencia recibida€ Mientras tanto, la gente que busca albergue duerme noche tras noche en la puerta de los centros sociales en espera de atención. Y ya no se habla de erradicar asistencialismos ni de responsabilidad social.