No quiero imaginar que volvamos a vivir nuevas «guerras del agua», como las que se vivieron entre Castilla-La Mancha y las tierras del sureste ibérico en los años noventa del pasado siglo o las que se han vivido en estos últimos años tras la aprobación del conocido "memorandum" del trasvase. Pero me temo que volveremos pronto a ello. Es una especie de regreso al futuro. La situación política, además, no ayuda nada a mejorar la situación. Antes, al contrario, está contribuyendo a empeorarla y a exacerbar los ánimos, en uno y otro territorio, en este tema. Vuelve el frentismo del agua. Y lo peor es que irá a mas al calor de los datos de precipitación que se vienen registrando en la cabecera del Tajo en las últimas dos décadas. Ahora el gobierno encarga un informe a un organismo de gran fiabilidad, como es el Cedex, para que determine, con datos ciertos, tendencias y proyecciones de este elemento climático en el territorio objeto de confrontación. Hace tiempo que debería haberse realizado un estudio así. El trasvase Tajo-Segura tiene un futuro complicado. Y en estas circunstancias lo peor que se puede hacer es alimentar la división entre territorios. Hemos oído declaraciones, en uno y otro lado, que producen tristeza. El ser humano tiene inteligencia y capacidad para encontrar soluciones técnicas a este problema, que las hay. Y debe tener -al menos se supone- voluntad de llegar a acuerdos, mediante un diálogo sincero, para llevarlas a cabo. Lo primero es conocer lo que está pasando con las lluvias en la cabecera del Tajo; a continuación, saber el gasto agrario de agua real -repito, real- en uno y otro territorio. Y finalmente, tener previstas alternativas viables y ciertas al problema, en el corto y medio plazo, que no impliquen incremento en el precio del agua para la agricultura. Yo he explicado lo que se puede hacer en algún otro comentario de estos. Puede no gustar estas propuestas, pero lo que no quiero es que se siga engañando a la gente, prometiendo cosas que no se van a cumplir nunca, aderezadas con declaraciones numantinas que favorecen el enfrentamiento, en lugar de ponerse a trabajar en la solución.