En un paseo por el centro descubro a una joven pareja abrazada, con sus labios fundidos en un beso intenso. Al sobrepasarlos, no puedo evitar sentir de que con los años puede ganarse en sabiduría y equilibrio, pero que a su vez ese mismo devenir conlleva pérdidas imposibles de recuperar.El periodo estival lleva aparejado un incremento de la contemplación del cuerpo. La 'operación bikini', la liberación de vestimentas que destapan nuestros complejos, la visibilidad de las huellas del tiempo... todo nos hace ser conscientes de que el divino tesoro de la juventud se desvaneció. Y es que la misión de Ponce de León por encontrar las aguas de la eterna juventud sigue siendo un sueño vigente.Hoy nuestro país es líder en intervenciones estéticas -casi medio millón al año-, de las que la mitad requiere de quirófanos. En nuestros días se imponen con naturalidad extraños vocablos sobre operaciones y elixires cuya misión es detener los efectos del paso del tiempo: «mamoplastía» para que el pecho siga desafiando las leyes de la gravedad, «liposucción» para aniquilar vestigios de la vida relajada, «lifting» y «botox» para que nuestra piel luzca como nueva, «blefaroplastia» para nuestros párpados, «rinoplastia», «otoplastia», "abdominoplastia»...

Los médicos ya son capaces, incluso, de devolver la virginidad y la adolescencia a nuestras partes más íntimas.Se ha impuesto la idea de que las tecnologías médicas, herederas de la vieja aspiración de Ponce de León, deben suprimir cualquier deterioro corporal -sea cual fuere- que produzca angustia, porque la subjetividad del que padece un complejo es propia e individual, y por ello no enjuiciable por los demás.Pero lo que en realidad persigue nuestra sociedad no es solamente librarse de complejos angustiosos, sino poder sentirse joven de nuevo: la jovialidad. Reencontrarse con sensaciones perdidas, con deseos y fuerzas mitigadas hoy por el tiempo, con ardores difuminados, con potencias desaceleradas... Pero ninguna técnica nos devolverá lo que sentimos al dar nuestro primer beso, como nada nos devolverá la sensación de la primera acampada envuelta en emociones de libertad.Desistamos. No vamos a recuperar la sensación que tuvimos al conducir por primera vez, ni el aroma a tierra mojada en verano nos embriagará como entonces; tampoco volveremos a tener aquella energía que nos mantenía bailando hasta el amanecer. Han quedado como huellas del pasado que de vez en cuando parecen querer volver, pero que solo son espejismos de lo que fueron un día y que ningún bisturí podrá resucitar. Como el beso de esa pareja que me ha obligado a echar la vista atrás