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Butaca de patio

Españoles en los Óscar

El eterno debate sobre la calidad del cine español suele resolverse con la mirada de los otros, es decir, con el listón que profesionales extranjeros e independientes suelen adjudicar a nuestra cinematografía. Denostado en muchas ocasiones en España de forma injusta, por una mezcla de falso cosmopolitismo y de complejo de autoodio, las selecciones para los Oscar o los premios en los festivales más importantes (Cannes, Berlín, Venecia€) demuestran que nuestro cine responde a la categoría de una potencia media en lo cultural y en lo económico. Ni más ni menos. Por ello se equivocan de cabo a rabo aquellos que comparan las producciones españolas con Estados Unidos o incluso con Francia o el Reino Unido. De hecho, a nadie se le ocurriría contrastar los indicadores en cualquier otro sector español con estas superpotencias. La reciente preselección de la Academia de Cine de las películas que se disputan optar a los próximos Oscar nos revela que, sin caer en triunfalismos y pese a las dificultades, el cine español goza de buena salud. Así, Dolor y gloria, la magnífica autobiografía de Pedro Almodóvar aspira a ser la tercera estatuilla que el director manchego gane en Hollywood después de Todo sobre mi madre (1999), mejor película en lengua no inglesa, y Hable con ella (2003), mejor guion original. Un segundo candidato, Alejandro Amenábar, un realizador también de proyección internacional, ya obtuvo un Oscar en 2004 por la estremecedora Mar adentro y ahora se presenta con Mientras dure la guerra, una recreación de los últimos años de Miguel de Unamuno. El tercer aspirante, Salvador Simó, ejemplifica con Buñuel en el laberinto de las tortugas la pujanza de los dibujos animados en nuestro país.

En cualquier caso, estos tres realizadores se incorporan a una ya larga tradición de premios españoles en la gran fiesta de Hollywood que arrancó con fotógrafos como Néstor Almendros o diseñadores de producción como Gil Parrondo, siguió con directores como José Luis Garci (Volver a empezar, 1982), Fernando Trueba (Belle époque, 1993) y los citados Almodóvar y Amenábar y completó el círculo con actores como Pénelope Cruz (Vicky, Cristina, Barcelona, 2008) y Javier Bardem (No es un país para viejos, 2007). Pero hablamos solamente de los premiados porque la lista de nominados resultaría bastante más larga e incluiría a casi todos los grandes nombres del cine español comenzando por Juan Antonio Bardem, con La venganza en 1958; y con Luis García Berlanga, con Plácido en 1961. Sin olvidar a otros nominados a mejor película en lengua no inglesa, cineastas de primera fila como Carlos Saura, Luis Buñuel o Montxo Armendáriz. En definitiva, no resulta un mal bagaje para un cine que muchos compatriotas califican como españoladas y que desprecian cuanto ignoran, como diría Antonio Machado. A pesar de la endeblez de la industria; del insuficiente apoyo público, muy alejado del respaldo que Francia brinda a sus películas; o de las carencias en distribución y en exhibición, el cine español sobrevive contra viento y marea. Un puñado de profesionales, con estilos y géneros muy distintos, ha llegado a la meca del cine. Por algo será.

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