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Los fantasmas de recesión

Una recesión no tiene que ser tan grave como la crisis del 2008, la peor desde 1929. Dicho esto, ¿podemos estar a nivel mundial cerca de una recesión que conllevara más paro y menos bienestar? Algunos datos como la caída del 0,1% del PIB alemán, la locomotora de la UE, en el segundo trimestre y que podría repetirse en el tercero, han avivado la inquietud y el economista indio Raghuram Rajan, que fue jefe de estudios del FMI, luego gobernador del Banco de la India y que alertó ya en el 2005 de la crisis del 2008, confiesa llanamente que no lo sabe. Puede haber recesión a corto y puede no haberla.

La realidad es que la crisis del 2008 se superó gracias a la política de bajos tipos de interés y de la muy poco ortodoxa compra de deuda de los bancos centrales. Empezó la Fed americana y luego siguió el BCE de Mario Draghi. Pero los bancos centrales no se han atrevido a retirar esta agresiva medicina -que tiene sus contraindicaciones- pese a un crecimiento fuerte en algunos países, principalmente Estados Unidos, por el temor a debilitar la economía. Y el temor se ha convertido en miedo a finales del 2018 y este primer semestre por la política comercial de Donald Trump, que amenaza con provocar el retorno al proteccionismo, la guerra de divisas de China contra Estados Unidos y el desorden económico mundial, que ya está causando un frenazo del comercio internacional y la paralización de inversiones por el miedo a un futuro incierto.

Estos hechos han castigado ya a la primera economía europea, la alemana, que es la más virtuosa, porque su crecimiento depende en gran parte de las exportaciones industriales. El consumo privado (paro por debajo del 5% desde hace años y salarios superiores a la inflación) tira con fuerza pero ya no ha podido compensar la caída progresiva de las exportaciones que ha llegado al 8% anual en el mes de junio.

Alemania es la locomotora. El PIB del segundo trimestre ha caído el 0,1% frente al aumento del 0,4% del anterior y, como consecuencia, el PIB trimestral europeo ha descendido del 0,4% al 0,2% (1,1% anual). Cierto que España sigue creciendo al 0,5% (2,3% anual) pero si Europa entra en recesión, España no será una isla. Y la recesión europea es probable (aunque no segura) no solamente por Trump sino también por el Brexit duro por el que parece apostar Boris Johnson y por los problemas políticos y económicos de Italia, con crecimiento cero en los últimos doce meses.

La alarma se ha generalizado y por eso los bancos centrales estudian medidas todavía más expansivas y menos convencionales (habrá que analizar los discursos de este fin de semana en Kansas en la reunión anual de banqueros centrales). La política monetaria ya ha ido muy lejos, quizás demasiado, pero no puede dejar de pedalear. ¿Será suficiente? Paul Krugman apunta que la inversión de tipos de interés (son más caros lo del corto plazo que los del largo) que se da ahora Estados Unidos ha predicho las últimas seis recesiones americanas y que la razón principal es la inseguridad generada por un presidente errático.

La alarma es fuerte en Alemania, donde el socialdemócrata ministro de Hacienda, Olaf Scholz, candidato a la presidencia del SPD y que está lejos de ser un «progre de manual», se plantea romper con la política de déficit cero, que a Alemania le ha dado buenos resultados, e incrementar el gasto público en 50.000 millones para sostener la economía con recetas algo keynesianas. Es lo que el FMI y los economistas más solventes piden a Alemania desde hace tiempo y que ella, con solo un 58% de deuda sobre el PIB (España está en el 95%), a diferencia de otros países sí puede permitirse.

Pero la adaptación alemana a las circunstancias (el menor comercio internacional) no será fácil. El conservador Bundesbank ya ha expresado sus reservas. Y el gasto público deberá dirigirse al sector exportador, pues la construcción y el consumo interno ya van bien.

El problema de fondo es que la globalización exigiría una cooperación internacional muy reforzada mientras que la presidencia Trump y la guerra comercial con China están siendo un gran salto hacia atrás.

La economía española todavía va más bien que mal. Pero tenemos debilidades, como una deuda pública en el 95% del PIB, que aprisiona al Estado, y la posible recesión europea, que necesitan un gobierno fuerte y unas medidas que pueden ser antipáticas. El PSOE ha ganado las elecciones, pero sin mayoría y sin aliados (unos por poca solvencia económica y otros por gran inquina política) para hacer lo que puede ser obligado. Tenemos pues un gran problema.

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