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Matías Vallés

«Sucesión» o Los Murdoch

La serie del momento, la que mejor conecta con el Zeitgeist, es «Sucesión». No necesitaba recibir cinco nominaciones para los Emmy, incluida la opción a mejor producción dramática. Sin embargo, los galardones asientan un merecido impacto. En cuanto al contenido, cada comentario sobre la primera temporada recuerda que no puede definirse exactamente como Los Murdoch. Lo cual significa que el inigualable Brian Cox interpreta a Rupert Murdoch. En la ficción y en la realidad, tiene dos hijos varones que se disputan la herencia del imperio, solo que James y Lachlan no se apellidan aquí Murdoch sino Logan. Y no conviene olvidar a la hija, así del magnate angloaustraloestadounidense como de su versión televisiva, que se llama Elisabeth. Y se identifica como Murdoch o Logan, según el lado del espejo. También aspira a suceder, aunque disimule.¿Quiénes son los malos de «Sucesión»? Todos los citados, y también los restantes integrantes del reparto. En cuanto a la atmósfera, los protagonistas de la serie pasan más tiempo esnifando que hablando, lo cual tiene mérito dado que los guiones reposan en los diálogos. También se desplazan más a menudo en helicóptero que en coche, y así se demuestra que alabamos a Ken Loach pero suspiramos por las aventuras de billonarios. Ahora que todos los productos televisivos aspiran a Shakespeare, lo más fácil es comparar a «Sucesión» con «El rey Lear». Sin embargo, Cox prefiere equipararse a Tito Andrónico, fruto de la misma pluma.A pesar de las estomagantes comparaciones, «Sucesión» conquista al espectador por la combinación de brutalidad con vulgaridad en un mundo donde la unidad de cuenta es el millón de dólares. Por ejemplo, el hijo de un anterior matrimonio del Murdoch que no es exactamente Murdoch decide evaporar su vacuidad aspirando a la Casa Blanca. También hay un candidato de verdad a la presidencia, interpretado por el infravalorado Eric Bogosian y apoyado por la Elisabeth Murdoch que tampoco se llama así.La exhibición de Cox, con la enérgica tristeza del atardecer, domina «Sucesión» hasta el punto de que el espectador teme (spoiler) que su enfermedad inhabilitadora se prolongue más allá de lo imprescindible. Aunque los Logan gestionan un imperio mediático, escasea el periodismo en la primera temporada. Se trata de presentar un excelente capítulo de la revista «Vanity Fair», nada que ver con su falsificación española, en que los actores leen «Crimen y castigo» para entender sus traiciones encadenadas. O solo de homenajear al patriarcado en una serie que estrena ahora su bis. Esperemos que no sufra la erosión de «True detective».

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