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Plácido en la picota

Médicos con enfermeras, jueces con secretarias, banqueros con empleadas, jefes de planta con dependientas o capataces con jornaleras han cometido a lo largo de la historia abusos sexuales, intimidaciones o violaciones. Y siguen cometiéndolos ahora y aquí, desgraciadamente. Esta lacra machista, esta plaga social que atenta contra los derechos humanos más elementales y, sobre todo, contra la dignidad e incluso la vida de tantas y tantas mujeres, está siendo combatida cada vez con más fuerza por un pujante movimiento feminista en todos los países. Por supuesto, el mundo de la cultura y el espectáculo no supone una excepción en este indignante panorama en el que las agresiones de los varones se ejecutan siempre desde una posición de poder. De hecho, hemos visto cómo los personajes denunciados por el movimiento Me Too, con el productor Harvey Weinstein a la cabeza, ocupaban puestos directivos en los que ofrecían trabajo a cambio de favores sexuales. Un repugnante chantaje. Así pues, ejecutivos de los estudios, directores de fama o actores consagrados han estado en los últimos años en el centro de la diana de las acusaciones de mujeres del cine que han llevado a estos presuntos depredadores ante los tribunales. La valiente ola del Me Too, con el efecto dominó que siempre suscitan las estrellas, ha significado sin duda un revulsivo para mujeres de toda clase y condición. Afortunadamente, la impunidad de estas aberrantes conductas machistas parece ya un capítulo en vías de superación.

Hasta ahora ningún artista español se había visto señalado por las acusaciones de sus compañeras, a pesar de que todo el mundo coincide en que el acoso sexual está a la orden del día también en el cine, el teatro o la música de nuestro país. Pero a mediados de agosto, nueve denuncias en Estados Unidos, ocho de ellas anónimas, a la reputada agencia Associated Press han puesto en la picota a Plácido Domingo, uno de los tenores de más fama y prestigio. A partir de estas revelaciones se han sucedido las torpes explicaciones del cantante, que ha venido a decir que eran otros tiempos y otros valores; las distintas y variadas reacciones de los teatros, ya que algunos han mantenido a Domingo en su programación mientras otros lo han retirado del cartel; y la división de opiniones entre sus compañeras de profesión que oscilan entre la defensa del tenor por parte de cantantes como Ainhoa Arteta y los ataques de la mezzosoprano retirada Patricia Wulf, la única denunciante que ha dado nombre y apellido. Entretanto, la Ópera de Los Ángeles, que dirige Plácido Domingo, ha adoptado la prudente medida de encargar a un equipo de abogados una investigación sobre los hechos denunciados antes de tomar ninguna decisión. A primera vista parece una indagación destinada a delimitar la difusa frontera que se dibuja en muchas ocasiones entre la actitud machista y el delito, entre la justeza de las reivindicaciones de las denunciantes y la presunción de inocencia. La Administración de Justicia debe ser inflexible contra todo tipo de acosos, de abusos de poder o de agresiones contra la mujer, pero al mismo tiempo debe salvaguardar los derechos de los acusados. En esa encrucijada se mueve el caso de Plácido Domingo. Esperemos al resultado de la investigación.

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