Con el nombre de lance se conoce una serie de acciones que van desde el juego a la reyerta pasando por las lides pendencieras y arrojadizas. Estas actividades pueden ser asociadas tanto a un tahúr como a un sicario, pero no obligatoriamente a un periodista, aunque también. De la pérfida Albión llegó hace medio siglo el término free lancer (lancero libre) para designar al informador que vende sus trabajos a un medio pero conservando su independencia.

Efectivamente, lanceros libres, etimológicamente, eran aquellos soldados que durante la Edad Media ofrecían su gran habilidad en el uso de la lanza a ejércitos y señores feudales portando consigo sus propias armas. A todo este mejunje de significados se encomienda el periodista y columnista Emili Piera para titular sus memorias profesionales -Oficio de lance- con un segundo epígrafe muy sabroso: De cómo llegué a comer, incluso bien, del periodismo. Lo menos que puedo decir de este ensayo es que desde los tiempos de la revista Triunfo no había sentido la necesidad de tomarme una centramina para empaparme de una lectura.

Emili Piera no escribe un libro sino tres, o sea que el precio es barato: su paso por la profesión desde que entró en la facultad de Ciencias de la Información de Madrid el año en que ETA hizo saltar al presidente del gobierno Carrero Blanco por los aires; su historiografía del periodismo valenciano desde la muerte de Franco hasta hoy a través de su propia experiencia y la de sus compañeros y, finalmente, su diagnóstico sobre el futuro de esta profesión después de la revolución digital. Piera pone, por tanto, en marcha tres trenes narrativos que se cruzan continuamente, no sólo sin colisión, sino con empuje compartido y despierta agilidad.

Sobre su trayectoria personal, cómo no emocionarse ante aquella energía que nos embargaba -digo nos, por compartida- al presenciar los primeros documentales de Miguel de la Cuadra, y juramentarnos con nosotros mismos en el silencio de la noche que nosotros de mayores seríamos como el reportero madrileño.

No fue menos trayectoria, y a la vez historia del periodismo valenciano, el espasmo que nos sacudió muchos años después con la salida a los kioskos del Diario de Valencia. También los dos hicimos lo mismo: pedirle trabajo a J.J. Pérez Benlloch pese a nuestros puestos fijos en el ente RTVE.

Son muchos los análisis lúcidos sobre estos cuarenta años de medios de comunicación plasmados en Oficio de lance. Uno de ellos, en los que pocas personas reparan, ante la degradación rastrera de los contenidos de las televisiones privadas, es el recordatorio de que por muy privadas que sean, estas emisoras están sujetas a una concesión del Estado y deben cumplir con los principios de veracidad, equidad y respeto. Todavía estamos esperando -esto ya es cosecha propia- una reivindicación indignada del cierre de alguna de estas televisiones privadas ante, por ejemplo, el trato humillante que recibe en ellas la mujer.

Pero es en el tercer xuquet -el del periodismo post-digital- dónde el texto de Emili Piera adquiere tonos imprescindibles. Puede que te sobreexploten, -susurra al nuevo periodista- muchas veces es inevitable, pero nunca lo veas como una cosa normal. No lo es. Cierto que la imagen y la palabra se han abaratado hasta límites de náusea con la aparición de internet, y hay que contar con ello, pero no rendirse nunca.

El lancero blande su arma de nuevo para encarar el fenómeno twitter en el que parecen reposar confortablemente la mayoría de los políticos actuales: twitter es una mezcla de gladiador y vieja de visillo… el único lugar dónde repartir mandobles sin fatiga. Y ante la banalidad circundante, ante la falta de atención y trascendencia, el periodista Emili Piera cita al sicoanalista argentino Gustavo Dessal: En el mundo digital lo que dices sólo dura el tiempo en que lo estás diciendo. Esto lo explica todo.

No quiere despedirse el autor, como buen guionista que es, sin un mensaje de esperanza sobre esta sacromaldita profesión. Mientras haya núcleos urbanos de un tamaño que no permita el trato directo en la plaza de todos sus miembros adultos, existirá la tentación del periodismo. Pero nuestro personaje es de Sueca, tierra de descreídos, y a continuación ironiza: Aunque también puede ocurrir que pase por nuestro lado y no lo reconozcamos.

Oficio de lance, una lectura lisérgica, proteica, polimórfica… propia de señores del honor, de lanceros rebeldes, de lancelotes del lago. ¿Que qué lago? En este caso, naturalmente la Albufera.