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Esperando un gobierno

Cuando resuena ya lejana la denominada canción del verano, lo que sigue sonando todavía con fuerza es lo que he escuchado recurrentemente en las charlas veraniegas, en las tertulias televisivas o radiofónicas, o incluso en las colas para comprar el pan, el comentario: «Yo si hay nuevas elecciones, no voy a votar; ya está bien». Esta era la glosa más breve porque a poco que mostraras cierta atención las explicaciones no se hacían esperar, sobre todo la que se refería al coste de unos nuevos comicios. Pero, ¿es realmente cierto? Yo creo que a pesar de que las últimas encuestas hablan de disminución de la participación ciudadana en el caso de que finalmente se produjera una nueva convocatoria de elecciones generales, el escenario político y económico en el que se encuentra nuestro país, sin presupuestos generales aprobados, con la asfixia financiera de ciertas comunidades autónomas, entre ellas la nuestra, con la paralización de las inversiones, llamadas de atención de la Unión Europea, etc€, requeriría que nuevamente la ciudadanía esté a la altura como siempre dando ejemplo de madurez democrática. Posiblemente, unos con las expectativas de que sus formaciones políticas alcancen en esta ocasión unos mejores resultados y, otros para mantener o, en su caso, incrementar los obtenidos. Al final, si se produce la convocatoria volveremos a ejercer nuestro derecho democrático de sufragio activo y al mismo tiempo nuestra obligación.

Es compresible el hartazgo y desconfianza de la ciudadanía. Sólo tengo que recordar que en el mes de septiembre del año 2016, en las páginas de este periódico, nombraba los fracasos de las investiduras de Mariano Rajoy que parecían nos abocaban a unas terceras elecciones, teníamos en ciernes las elecciones vascas y gallegas, y pendientes una serie de asuntos como la reforma educativa y el modelo de financiación autonómica, entre otros, de gran repercusión. O sea que el panorama de entonces tampoco presentaba mucha certidumbre, ni era alentador.

En aquel momento, convencida, como lo sigo ahora, de la importancia de la sociedad civil en general y de la organizada en particular que desde la independencia del Estado y de los partidos políticos cumple su función más importante, como señaló Jürgen Habermas, planteando a los poderes públicos las demandas de las necesidades sociales del colectivo al que representan, me cuestionaba si nuestros políticos y gobernantes las consideran para la formulación de sus políticas.

En el mes de agosto y los primeros días de septiembre, Pedro Sánchez ha mantenido diversas reuniones con diferentes organizaciones de la sociedad civil, empresariales, sindicales, de la sanidad, la educación, la cultura, etc€ aunque no han estado todas por su amplitud y diversidad. El objetivo, según se transmitió, era perfilar una propuesta de programa que diera viabilidad a la formación de gobierno, propuesta que conocíamos el pasado martes. Consideraciones aparte respecto a la eficacia y oportunidad de dichas reuniones, hay dos aspectos claros que deben ser tenidos en cuenta como prioritarios por todos los partidos políticos en estos momentos. Uno, que la sociedad civil española permanece activa, comprometida y es el germen del avance de nuestra sociedad y el otro, que está demandando un gobierno para nuestro país. En nuestra Comunidad, Salvador Navarro, presidente de la patronal autonómica, destacaba recientemente las consecuencias negativas que estamos ya padeciendo por la ausencia de un gobierno estable.

Los contactos entre los partidos políticos para negociar una posible formación de gobierno que nos evite una convocatoria electoral han comenzado. Mientras, estamos esperando porque la pelota, de momento, no está en nuestro tejado.

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