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Julio Monreal

Órdago en la plaza mayor

La pugna por la ordenación del espacio público en el seno del Govern del Rialto ha empezado con un órdago, con la plaza del Ayuntamiento de València como escenario. El equipo que dirigen Joan Ribó y Sandra Gómez, el mismo que no ha sido capaz de mover en sus primeros cuatro años un solo adoquín para la reforma de las cuatro plazas centrales de la capital cuando era uno de sus proyectos prioritarios y singulares, anuncia ahora un proceso de concurso de ideas con participación ciudadana inicial e intervención de equipos de arquitectura y diseño urbano tan extremadamente complicado que será imposible tener acabado el trabajo antes de que los vecinos vuelvan a las urnas para los comicios locales de 2023. Y eso que tendrán la mayor parte del espacio disponible dentro de pocos meses, cuando la remodelación de la plaza de la Reina eche a andar y se corte el flujo de vehículos privados por San Vicente Mártir, una peatonalización de hecho que permitirá medir el impacto de la actuación definitiva.

El duelo es esta vez entre las dos figuras más fuertes de la corporación: el concejal de Movilidad Sostenible, Giuseppe Grezzi, líder verde dentro de Compromís, y la vicealcaldesa socialista Sandra Gómez, quien ha cambiado sus ocupaciones anteriores en promoción económica, turismo, personas mayores y otras por la superconcejalía de Desarrollo Urbano, desde la que puede desplegar una gestión de mayor calado y extensión.

Grezzi enseñaba el miércoles, 4, sus poderes cuando al hablar de la próxima semana de la movilidad se explayaba sobre cómo debería ser, y sería, la futura plaza del Ayuntamiento. Menos de 24 horas después, Gómez y su compañera de grupo Elisa Valía, responsable de Participación Ciudadana, comparecían en público para desvelar todos los detalles del concurso de ideas para la reforma de la plaza principal de la ciudad y, de paso, dejar claro que la reforma es urbana, de su competencia y de mayor entidad que la que afecta a la planta viaria, única en la que cabe la intervención del área de Movilidad Sostenible.

El duelo incruento que ha comenzado en el espacio que comparten el ayuntamiento, Correos, el Ateneo Mercantil, la sede provisional de Hacienda, la falla municipal, las mascletades de la fiesta y la finca con la fachada más fea de València tuvo ya un prólogo en la peatonalización del entorno de la Lonja. Grezzi quería actuar a toda costa, cerrar el espacio al tráfico aunque fuera con grandes macetones. Pero su alter ego en el PSPV-PSOE, Vicent Sarriá, entonces responsable de Desarrollo Urbano, exigía una solución urbanística, de calidad. Como lo mejor a menudo es enemigo de lo bueno, el edil napolitano ganó el escarceo con sus macetones y su bote de pintura verde en un ayuntamiento que se mueve con la lentitud de un perezoso y que no tenía, ni tiene, recursos para andarse con florituras.

Posiblemente el recuerdo de aquel choque haya hecho que la vicealcaldesa salte al ruedo de septiembre a defender su espacio como una leona con el fin de agarrar el timón de una operación en la que otros fracasaron. Como recordaba el viernes Hortensia García en estas mismas páginas, solo la «tortada» de Javier Goerlich presente en la plaza entre 1928 y 1961, permanece con buena imagen en el recuerdo de los valencianos. Tras el derribo del convento de San Francisco, que ocupaba la explanada central, han pasado por la plaza quioscos de flores de estilo japonés, un mercado subterráneo de flores, un gran aparcamiento de coches en superficie y un sinfín de proyectos frustrados por uno u otro motivo. Hoy, la plaza es el resultado de la remodelación descafeinada efectuada en 2003, que prácticamente se limitó a cambiar el pavimento de la explanada desde la que se disparan los fuegos de Fallas. Rita Barberá y su lugarteniente, Alfonso Grau, no se atrevieron a más, aunque unos años antes habían logrado desbaratar una operación para construir un aparcamiento subterráneo de 800 plazas y una remodelación de la superficie auspiciados por la Unió Valenciana de Vicente González Lizondo con el soporte técnico del arquitecto Javier Domíguez.

Hoy las cosas han cambiado mucho. A nadie se le ocurriría proponer un garaje subterráneo bajo la plaza, que no haría más que atraer tráfico a un espacio del que se quiere desterrar a los coches. Bueno, a nadie excepto al ayuntamiento, que explota con éxito el aparcamiento de la plaza del la Reina y gestiona con satisfacción el de la plaza de Brujas, destino de irreductibles compradores con coche a la puerta. València parece querer sumarse a la tendencia europea de ciudades sin coches en los cascos históricos protegidos. Y en esa línea, el esbozo presentado esta semana como planta viaria de la futura plaza tiene incluso demasiado tráfico privado, con su corredor Periodista Azzati-Lauria mantenido y respetado y con Marqués de Sotelo como vía de penetración y salida. Se detecta cierta falta de ambición en el boceto. Y es que la plaza impone respeto. Quienes se plantean actuar sobre ella saben que el resultado será enjuiciado con profusión, y por eso se tientan las carnes.

Hablando de carnes, el tipo que preside la plaza del Ayuntamiento desde que el 6 de octubre de 1993 le fue erigida una estatua es Francesc de Vinatea. En 1333 se enfrentó, jugándose el cuello, al rey Alfonso IV de Aragón en defensa de los fueros valencianos, evitando que el monarca entregara las principales villas del reino al hijo de su esposa Leonor de Castilla. Es un héroe nacional. Y también la persona que mató a su esposa cuando la sorprendió en adulterio con un amante. Las crónicas cuentan que lo hizo «siguiendo los usos de la época». Como diría Plácido Domingo en una frase que constituye una confesión con firma y rúbrica, «las reglas y estándares por los cuáles somos, y debemos ser medidos hoy, son muy diferentes de lo que eran en el pasado». El caso es que el héroe que València tiene en su plaza principal mató a su esposa al sorprenderla con otro. Hace casi siete siglos, pero como se dice ahora, yo ahí lo dejo, para que los reformadores de la plaza lo analicen.

Elecciones irremediables

Todos los agentes sociales informados a los que se pregunta por el asunto dan por hecho que habrá elecciones el próximo 10 de noviembre, lo que confirma que el año 2019 habrá sido un año completamente en blanco, ya que en enero se paró todo por la precampaña electoral y será difícil que antes de navidades haya nuevo Gobierno. El socialista Pedro Sánchez compareció en las elecciones generales del 28 de abril dando por sentado que como no llegaría a sumar una mayoría absoluta formaría con Podemos un gobierno de coalición. Sin embargo, en cuanto se cerraron las urnas cambió de discurso y asumió para el PSOE el título de «partido del IVEX» que hasta ese momento tenía Ciudadanos. Si los de Pablo Iglesias tienen cuernos y rabo, es imposible que les hayan salido después de las elecciones. Ya los tendrían antes, cuando el líder socialista los presentaba como sus socios preferentes. Resulta de una irresponsabilidad gigantesca llevar al país a unas nuevas elecciones por no haber logrado entenderse los líderes de dos partidos con un gran espacio de intersección. Nadie les pide que sean amigos. Solo que estén a la altura de su responsabilidad. Si acaban malbaratando su tiempo y el de todos, las urnas les darán la espalda.

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