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Todas las canciones hablan de mí

Camilo Sesto llevaba 25 años poniéndonoslo difícil. Era complicado defender no ya al prodigioso intérprete sino al atinado letrista y no menos inspirado compositor. Complicado porque su caricatura había devorado al cantante. A determinados genios no habría que entrevistarles nunca; no habría que poner a prueba en público jamás ni su sensatez ni su sentido común: bastante tienen con ser genios. Y la sobreexposición a la que en determinados momentos se sometió Camilo Sesto creó para la posteridad, sobre todo últimamente, la imagen de una especie de majara adicto a la silicona y a las pelucas que en la mayoría de ocasiones solo decía estupideces. Nunca perdimos la esperanza en una redención. Raphael tomó las riendas de su carrera en los 80 (por aquí aún se le recuerda en un humildísimo espectáculo de variétés en las fiestas de Vallada, en el 86, tal vez el 87...) y hoy es la estrella incontestable e incombustible que nadie podía imaginar en aquel declive de hace más de treinta años.

Camilo intentó reinventarse, no es mentira. Aunque fuera para vivir de rentas. Suyo era. Aquel Camilo Superstar de 1997 hizo que sus éxitos reverdecieran entre un público nuevo, que hizo suyas algunas de sus viejas canciones hasta, por ejemplo, convertir en himno «Vivir así es morir de amor». Y en 2008 alumbró esa gira de despedida que al final duraría tres o cuatro años en la que se sometió al riguroso directo de dos horas con banda al completo. Saliendo más que airoso y, por fin, en un formato alejado del cartón piedra, el sonido pregrabado y el ballet de Giorgio Aresu de los programas de TVE. Una lástima, por otro lado, que toda una generación tuviera que saber de él por aquel celebérrimo a la vez que prescindible «Mola, mazo». Camilo 70 y Camilo Sinfónico, este último del año pasado, ya fueron intentos discográficos al margen de un Camilo desnortado y enfermo. Una lástima que Alberto Jiménez, de Miss Caffeina, no llegara a tiempo para cantar a dúo con él como lo ha hecho con El Dúo Dinámico y Raphael y lo presentara ante la feligresía indie. Sí que llegó, el año pasado, una remezcla de La Casa Azul.

Todas las canciones hablan de mí, que diría Jonás Trueba. Y con Camilo Sesto la sentencia se acentúa. Nos dona para la posteridad ese homenaje supremo al vacío que deja la ruptura amorosa (algo de mí, algo de mí se está muriendo...); nos consoló de por vida al hacernos sabedores (Siempre me vuelvo a enamorar de quien de mí no se enamora...) de que el amor no correspondido es un dolor más generalizado de lo que pensamos; sentiremos que somos débiles y que perseveraremos en el error, pero tendremos la gallardía de pedir perdón (perdóname, perdóname, y no busques ni un motivo ni un por qué...) o suplicaremos que la dicha de la relación correspondida sea eterna (que no me falte tu cuerpo jamás, jamás; que tu cariño no sea fugaz...). Gracias, Camilo.

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