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Las señales del cuerpo

¿Están al corriente, mis queridos lectores, de la intensa relación que existe entre la fisiología -esto es, la postura corporal, respiración, tensión muscular y tono- y la gestión de las emociones? Pues, señoras y señores, según todos los expertos, los cambios en la forma de moverse tienen un gran impacto en la manera de sentir y razonar. O sea, que cuando la fisiología decae, también lo hace el estado de ánimo. Si, por el contrario, una persona se mueve con energía y mantiene una expresión facial sonriente, inmediatamente se va a sentir mucho mejor. Por lo tanto, señoras y señores, la fisiología es la palanca del cambio emocional, una de las herramientas más poderosas de que disponemos para modificar al instante nuestros estados y para producir resultados dinámicos. Como dice un antiguo proverbio, «si quieres ser fuerte, hazte el fuerte». Y esto resulta fácil de entender, porque cuando uno se siente cansado o padece un dolor o cualquier enfermedad, por leve que sea, se percibe el mundo de manera totalmente diferente que si se está descansado, alegre y lleno de vitalidad. De ahí que como el cuerpo es sabio y posee una sabiduría que el pensamiento no alcanza a comprender, tenemos que cuidarlo con mucho esmero y cariño. De esta forma, la mente funcionará mejor. Por eso, como pasamos tanto tiempo sentados, los expertos recomiendan algo tan sencillo como que adoptemos una buena postura, con los pies bien apoyados en el suelo y ligeramente separados, la espalda recta, para permitir que el tronco se alargue y dando mucha más libertad al cuello, con el fin de favorecer su flexibilidad. Y en aquellos casos en que el estado de ánimo no sea el adecuado y queramos cambiarlo, podemos hacer algo tan sencillo como poner el cuerpo firme, bien erguido, con la espalda recta, los hombros bien echados hacia atrás, respiración torácica, vista elevada y llevar a cabo movimientos con energía. Si a esto le añadimos una constante repetición de frases tales como «me encuentro bien», «soy feliz», «todos los recursos están a mi favor», «puedo hacerlo si me lo propongo» y una amplia sonrisa, no digamos. Porque sonreír y reír desencadenan procesos biológicos y aumentan el riego sanguíneo del cerebro, lo que contribuye a que nos sintamos bien. ¿Que todo esto les parecen tonterías? Pues yo les invito y les animo a que lo comprueben por ustedes mismos. Además, es muy económico.

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