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No hagan olas

Es la hora de volver a casa, Peter Lim

Hace justo cinco años que, con la intermediación de Amadeo Salvo, se aprobó la oferta del financiero singapurense Peter Lim para adquirir la mayoría accionarial del Valencia Club de Fútbol. No les resultó fácil aquella campaña que duró cerca de diez meses, teniendo en cuenta además las presiones de Bankia, el acreedor del tenedor del paquete principal de acciones, que no era otro que la propia fundación del club. Bankia que tras el desastre en la gestión de Bautista Soler impulsó la venta de los principales activos futbolísticos del Valencia para ir recobrando parte de la nefasta inversión llevada a cabo, nunca admitió la posibilidad de que fuera la propia sociedad deportiva la que fuera asumiendo la amortización de la deuda, cifrada en torno a 500 millones de euros, estadio nuevo incluido.

Lim era entonces un inversor bursátil y urbanístico de éxito que llevaba unos años relacionándose con el negocio de los deportes. Eran conocidas sus buenas relaciones con el Manchester United y con los dirigentes del Atlético de Madrid, además de su sentida amistad con Cristiano Ronaldo, relación que suponemos se fue gestando a través del agente Jorge Mendes. Los medios informaron entonces de que el propio intermediario futbolístico y Peter Lim eran socios de un fondo de inversión centrado en el mercado de jugadores. Aquella era una anomalía que nadie quiso rebuscar. La relación entre ambos personajes, resulta obvio, tal vez desembocase en conflicto de intereses que, llegado el caso, incluso alcanzase a derivar en algún tipo de infracción, cualquiera que pudiera ser su naturaleza en el ámbito jurídico.

La afición, entonces, recibió a Lim como a un mecenas salvador, pero el financiero asiático bien pronto dispuso un escenario propio. No tardó en desprenderse de su valedor, Amadeo Salvo, y en vehicular la gestión del patrimonio deportivo del club a través de la agencia de futbolistas de su apreciado Jorge Mendes. La lista de amigos y representados por este último que empezaron a desfilar por el Valencia desde la llegada de Lim es lo suficientemente larga como para evidenciar el complejo entramado del negocio que se había gestado. La agencia de Mendes, Meriton, debe haber manejado en torno a 400 o más millones de euros con epicentro en Mestalla en este último lustro.

Cinco años en los que se han vivido episodios ciertamente reveladores, como la llegada de Gary Neville -quien acaba de confesar lo inapropiado de su contratación como entrenador del equipo sin tener experiencia alguna-, la despedida de García Pitarch, la dimisión de Cesare Prandelli o de la mismísima Layhoon Chan, el carrusel de compras y ventas de futbolistas, el desfile de directores de marketing en la estructura del club y hasta de proyectos adelgazantes para el futuro estadio, del que no se ha movido ni un ladrillo en todos estos años ante el silencio de las autoridades políticas, temerosas ante la dimensión social del fútbol.

En ese periodo, Lim apenas ha pisado Valencia y ha departido con la sociedad valenciana. Su hija adolescente es la única que vibraba con el club de su padre gracias a la actividad en las redes sociales. Pero a cada contingencia desfavorable en el campo de fútbol, toda la familia se retraía, preocupados, y con razón, por la carga negativa que las fiebres futbolísticas pueden desatar en las masas más fanáticas.

A ese periodo de inestabilidad, balompédica y emocional, siguió un tiempo de estabilidad y optimismo con la llegada de un nuevo cuadro directivo, el formado por el mallorquín Mateu Alemany y los hombres del entrenador Marcelino García Toral. Una nueva etapa que tuvo un feliz arranque, un ciclo de crisis y un final de campeonato. Con Alemany y Marcelino el Valencia no solo ganó una Copa al todopoderoso Barcelona, sino que se clasificó para la Champions en un correoso tramo último de liga, atrajo a su plantilla a jugadores de élite como Guedes y situó en el punto más álgido de sus carreras a sus tres capitanes: Parejo, Rodrigo y Gayà€ los tres, internacionales de continuidad.

Pese a todo, este verano se produjo la ruptura entre Peter Lim y sus directivos, con diversos desencuentros entre rocambolescos y cínicos por parte de ambas partes. Viajes a Singapur de por medio, ruedas de prensa plagadas de metáforas y pullas, agentes de jugadores con intereses contrapuestos, ofertas y propuestas agitadas imprudentemente por parte de todos€ que han terminado en un acto de visibilidad autoritaria por parte de la propiedad, encomendándole la peligrosa tarea de entrenar a un equipo de futbolistas de élite, perplejos, a un profesional de aspecto barbilampiño que nunca se ha visto en ese nivel de exigencia.

Como desconocemos los secretos profundos de esta crisis no es posible ejercer de abogado de ninguno de los afectados. Recordemos, también, que el propio Marcelino fue despedido de modo fulgurante del Villarreal CF, en aquella ocasión por su sospechosa actitud en un partido decisivo para terceros. Pero con todo y no poder poner la mano en el fuego por el exentrenador valencianista, las formas con las que Lim se ha desempeñado en este capítulo, sus consabidas e íntimas relaciones con Meriton y la incapacidad de sus emisarios para dar una mínima explicación creíble -de hecho apenas pueden expresarse en castellano-, convierten a Lim en un presidente sin defensa posible ante la sociedad valenciana, de la que apenas entiende nada y ni tan siquiera ha mostrado voluntad por entenderla. Es la hora de decir adiós a las andanzas de este negocio futbolístico para el inversor asiático, antes de que todo convulsione, del vestuario a la grada. La propia sociedad anónima deportiva puede generar los recursos económicos necesarios para afrontar la deuda en un tiempo prudencial. Es la hora de volver a casa, Peter Lim.

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