El bloqueo a izquierda y derechas ha hecho imposible que haya una segunda sesión de investidura y Felipe VI con la Constitución en la mano dictaminó el martes que nadie tenía la confianza de los partidos para ir a una investidura con visos de salir presidente de Gobierno. A pesar de ser una jornada muy movida en la que hubo llamadas desde Moncloa tras el gesto in extremis de Albert Rivera para sacar un conejo de la chistera y pedir un encuentro para negociar su posible abstensión (que era insuficiente sin el apoyo del PP o la propia de Unidas Podemos). El candidato Pedro Sánchez les había pedido desde el minuto cero una abstención técnica, pero no cuajó.

Tras el preceptivo comunicado de la Casa del Rey no hubo sino seguir paso a paso lo mandado. Y al final de la traca el actual Presidente de Gobierno en funciones, dio su opinión desde Moncloa. Los otros se habían pasado dos jornadas diciendo su parecer a cada uno de los encuentros celebrados en la zarzuela. Pero desde que Equo dijo que iba a abstenerse era lógico que así lo haría Marea y por supuesto el cogollo de UP. Las cartas estaban sobre la mesa aunque quedaba la que jugaría el Psoe tras la visita.

Desde hace tiempo lo importante no han sido las propuestas, con rebajas o remaches, con condiciones, a prueba, o las presiones en uno y otro sentido, sino «el relato», vale decir, el conjunto de explicaciones que acompañaban a cada paso, a través de diversos medios, y ahora las redes sociales tienen su peso, para preparar a la opinión o llevarla a creer la versión interesada de cada grupo político o de cada líder y sus adláteres.

Y la precampaña estaba ya así orientada y con estos mimbres se seguirá predicando y justificando, para que el ciudadano que se ha perdido a veces el hilo de las negociaciones, o los argumentos esgrimidos, salga de su asombro y adjudique la parte mayor o menor de la culpa. Es obvio que ninguno ha salido reconociendo su parte y que la autocrítica no cuenta ahora y menos con la campaña que va a consistir en buena parte en este efecto boomerang que puede afectar a los votantes que vayan el próximo 10 de noviembre a poner su papeleta en las urnas.

Porque hay dos tipos de augurios. Uno, muy plausible, que va a bajar la participación y que por tanto la abstensión será más decisiva. Va a ser difícil movilizar al electorado, porque viene de un hartazgo de convocatorias, las últimas concentradas en un mes. Y además la campaña será más corta, según he entendido, se pone en vigencia una ley aprobada por Rajoy, que deja menos días para debates, mitines, y publicidad.

El otro, que se basa en los últimos sondeos, que permitiría recupera votantes al PP, y rebajaría la cuota de Ciudadanos por la derecha y la izquierda (o centro) y desinflaría un tanto a Vox. Esta reorientación del voto no parece que vaya a suceder en la misma cuantía entre el Psoe y UP. Pero no hay que descartar nada.

Y el tercer grupo de analistas presagian que el resultado será similar y nos encontraremos en unas peores circunstancias, en la que los pactos no van a resultar fáciles. O que serán todavía más difíciles. Lo que hará del bloqueo no una cuestión psicológica o de personalidades, sino un producto de las decisiones de los votantes y de la legislación española. Iremos a las urnas con mucha presión y con cierto grado de desencanto.