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Alfons Garcia

A vuelapluma

Alfons Garcia

En un país normal

o debería estar hablando de estos asuntos, pero este no es un país normal. Si lo fuera, a estas alturas estaría hablando del alcance en la escala Richter de la operación Errejón en la política valenciana, que en su parte izquierda (y de gobierno) intenta exhibir un hábito de normalidad y de que aquí no ha pasado nada, aunque el hecho es que uno de los tres socios del Consell ha preferido a un cuarto amigo de fuera para concurrir a las elecciones generales. Si fuera normal, estaría escribiendo ahora de que podemos empezar a buscar cobijo, porque no es que la economía se tuerza, es que todas las grandes instituciones empiezan a proclamar que así es, lo que es peor en un mundo, el de las finanzas, que se mueve antes por expectativas que por fenómenos reales. En un país sin más, estaría preocupado por lo que nos llega desde la sede central de la ONU, con una adolescente interpelando al mundo adulto acerca de su responsabilidad sobre un planeta maltratado y sobrecalentado mientras el presidente de la gran potencia pasa a su lado como si no existiera. Así estamos, como niños. De eso hablaría y también de la devastación fluctuante en el Amazonas, que una semana es tendencia y a la siguiente parece olvidada. Si fuera un lugar corriente, estaría quemando neuronas sobre la amenaza del Brexit, que avanza como un buque sin control, mientras antiguos emporios del viejo imperio británico caen en lo que parece la despedida de un mundo que parecía eterno. De esta no se salva ni el té de las cinco. Hablaría de Plácido Domingo y de si las instituciones españolas (empezando por Les Arts) estarían subrayando su presunción de inocencia si fuera otro. Como si las víctimas lo fueran menos si las manosea un icono de la cultura patria.

Lo normal sería intentar decir algo con cierto sentido sobre alguno de estos hechos y no estar escribiendo sobre un dictador muerto hace casi 44 años y cuya sombra es más larga que el tiempo estricto del régimen que impuso. Será que acabo de ver Aute Retrato (si pueden, no la dejen pasar) y he refrescado las imágenes en blanco y negro de la represión del franquismo agonizante y los compases descarnados de Rosas en el mar o Al alba. Puede ser que la sentencia del Tribunal Supremo llegue en el momento mejor para Pedro Sánchez, en precampaña y cuando la izquierda a la izquierda de la izquierda hegemónica intenta diluir el perfil más izquierdoso de quien puede quedar como el presidente que sacó los restos de Franco del Valle de los Caídos (vayan reservando un hueco en los libros de Historia). No está mal como despedida de un gobierno en funciones. No estaríamos en estas si fuéramos un país normal, donde derecha e izquierda se hubieran puesto de acuerdo hace tiempo para no rendir homenajes, ni verbales ni de piedra, a un dictador hijo del fascismo. Pero que no nos miren tan raro más allá de los Pirineos, que si España es diferente es, entre otras cosas, porque a otros les interesó permitir que aquel militar de voz meliflua se perpetuara, y esos 40 años no se borran de la memoria colectiva de la noche a la mañana. Así estamos, tirándonos los huesos de un dictador a la cabeza. Es 2019, siglo XXI, aunque pueda no parecerlo.

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