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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Lágrimas de paz y pimienta

Pedro Sánchez aprende cada día de Mariano Rajoy, no sólo en volver al colegio electoral a mejorar nota. No quiere quedar como responsable primero y último de las imágenes en bucle de cuatro mandobles policiales en los informativos 24 horas del planeta. En el otoño de la sentencia del Procés no le va a pasar como a Mariano porque sabe que no gusta ver a policías crustáceos repartiendo leña a civiles. En la jornada del 1-O de 2017 hubo que lamentar un infarto y la pérdida de un ojo en un manifestante, pero ha quedado en la memoria como una sangrienta represión de abuelas y de vil arrastre de mujeres en edad fértil.

Pedro Sánchez, más delicado que los policías chinos en Hong-Kong, va a hacer todo lo posible para que no se vea una sola carga contra quienes «sólo quieren que no se condene a nadie por defender que los catalanes sólo quieren votar». Así, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado -con la estrecha colaboración de los mossos de esquadra para manifestantes nacionalistas que sólo admiten hostias de casa- están equipadas con gas pimienta para disolver a las masas inflamadas.

Gas pimienta policial, aerosol contra violadores de la Constitución. Un arma defensiva que no golpea y mantiene la distancia interpersonal, según los criterios de la proxémica. El gas pimienta es más paralizante que irritante porque lo que recomienda el buen juicio local es no abrir los ojos, porque al hacerlo comenzará la irritación, aunque el sentido común general haga difícil quedarse quieto y ciego en mitad de un barullo.

El gas pimienta es un arma hipócrita contra la hipocresía de las pacíficas filas del cuerpo a cuerpo contra los cuerpos policiales. Los manifestantes llorarán sin que les peguen, pero llorarán por algo y no será la independencia.

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