Las generaciones deben entregar su relevo y ese testigo, casi siempre, lleva aparejado un escalón superior en la calidad de vida de quien lo recibe. Bienestar cimentado en esfuerzos, renuncias y sacrificios. Por eso contraemos una deuda moral con nuestros mayores y confiamos en ser dignos acreedores llegado el momento. Nos hacemos viejos, es un hecho indiscutible, aunque la palabra, que en otro tiempo tuvo connotaciones de respeto y dignidad, ha quedado proscrita. Y mientras la ciencia y la tecnología luchan contra las enfermedades del olvido, escenas de nuestra infancia son para las nuevas generaciones estampas inimaginables, casi prehistóricas: la transformación del esparto, la destreza del afilador, el hacer del molinero, la pericia del zapatero, el arte de la encuadernación, la precisión del relojero, el crecer de una siembra, la magia del carpintero con la madera...

Naciones Unidas fijó el primero de octubre como día internacional de los mayores. Con ocasión de la fecha, las administraciones en general y nuestros ayuntamientos en especial organizan festejos y actividades en las que ellos son los protagonistas. No hay que escatimar con ese segmento de la población, pues uno de cada cinco valencianos tiene ya más de 64 años y son claves en todas las elecciones.Habrá estos días meriendas, bailes, verbenas, homenajes y regalos. Volverán de nuevo los discursos monótonos y cansinos del concejal de turno, las promesas y proyectos bienintencionados de siempre…

Los políticos de nuestros pueblos o ciudades colgarán de forma rauda en las redes sociales las fotos de las celebraciones de esta semana para así demostrar su compromiso seguro con los mayores de su localidad. Pero la lamentable realidad es que el cambio habido en los ayuntamientos de hace cuatro años no lo han notado nuestros mayores de una forma especial. Hoy uno de cada cuatro vive, y a veces muere, en soledad. Más de cuarenta mil viven solos en la capital, es decir, por encima del cinco por ciento de la población. Ese aislamiento, cuando es involuntario, lleva parejo sentimientos de angustia, miedo, ansiedad y depresiones… sufrimientos sin justificación en nuestra sociedad de hoy del bienestar. Quizás en un futuro no muy lejano nuestros nietos pregunten a un ordenador holográfico por la apariencia que tenían los libros, por la vida sin internet ni GPS, por las terrazas de cine de verano, por la mona de pascua, el baile en las verbenas o los juegos de nuestra infancia. Y mientras la Wikipedia les muestra imágenes inexistentes ya de lo que fuimos, envejecerán oyendo los mismos viejos discursos de las autoridades.