El País Valenciano está en el mapa. Esta tierra plural y dócil permanece desconocida. Sorprende. Cronistas sesudos avisan que, para la convocatoria electoral del 10-N, la Comunitat Valenciana puede dar la campanada y ser clave de estabilidad. Cinco millones de habitantes, economía diversificada, moderación frente a maximalismos, capacidad de resignación, sin alta velocidad por el litoral mediterráneo y un mosaico político peculiar donde gobiernan tres opciones socialdemócratas con sus tics. Agermanats en el Consell: PSOE, Compromís y Unidas Podemos. Cuyos homónimos no son capaces de pactar en España. Es el código valenciano como alternativa de gobierno.

Sorpresas. En encuestas de urgencia apenas figuran los resultados que se auguran para un territorio -las tres provincias valencianas-al que casi nadie respeta ni ensalza. Los sondeos indican que las sorpresas son probables. Los gurús predicen de todo. Quienes creyeron que las urnas, en vísperas de Halloween -cita de calabazas y brujas- les iban a ser favorables, pueden tener sobresaltos. Los cálculos previos se hicieron sin conocer todas las variables. Diferentes partidos suflé en liza: Ciudadanos, Vox, Podemos y de rondón, Más País que entra en cuña. Íñigo Errejón amarga estos idus de otoño a los politólogos. Nutrido olimpo que rige los destinos del país.

Interrogantes. En Catalunya -Oriol Junqueras encarcelado- y en el País Vasco -Andoni Ortuzar desatado- las espadas están en alto. Los partidos impregnados de nacionalismo español disponen de escaso margen de maniobra. Navarra tiene el voto adjudicado, como Andalucía, Cantabria, Aragón, Murcia, Canarias y Galicia. Extremadura, Castilla la Mancha, Asturias y Baleares, son feudos socialistas. Pocos cambios. Así que es en la Rioja y en Comunitat Valenciana donde se centran las expectativas sobre un resultado alterado el 28 de abril de 2019. ¿Cómo afectará al bipartidismo la irrupción de Más País? ¿Cohabitarán los tres mosqueteros de la derecha española: Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal? ¿Ciudadanos se manchará de corrupción y seguirá pactando con la extrema derecha? ¿Vox repetirá diputados o decaerá? ¿Errejón fraguará el proyecto político original de los «indignados» de 2015? ¿Qué harán los jóvenes? Estos interrogantes y alguno más quitan el sueño de Iván Redondo y el equipo de estrategas que apuntala a Pedro Sánchez.

Campanada. La Comunitat Valenciana es decisiva. Más que nunca. Según pase se decidirá el futuro de Compromís, la Generalitat y quién sabe si el equilibrio de España. Ya ha dado la campanada nada más asomar Errejón. Al que se han incorporado las huestes de Mónica Oltra desde el primer momento. Contra la voluntad de su líder. Joan Baldoví ha tomado las riendas de esta peculiar tartana valenciana, que acabó muy socarrada con el adelanto electoral que impuso Ximo Puig. Avanzó los comicios a la Generalitat para coincidir con las generales que ganó Pedro Sánchez. Los hados le favorecían. Aun así ni fue investido, ni formó Gobierno, ni logró negociar una mayoría parlamentaria. En cuatro meses ha dilapidado la credibilidad internacional. Los electores españoles ven a Pedro Sánchez caer del pedestal. Aun así, bastante más fiable que la apuesta de Susana Díaz y su corte celestial de reliquias socialistas.

Desvíos. En la Comunitat Valenciana -la del 10% en casi todo- se viven tiempos de penuria económica, social, empresarial, cultural y política. Una situación adversa que nadie logra revertir. Ni contra el gobierno de Mariano Rajoy, ni frente al camarada Sánchez. Los líderes del PSPV ni de Compromís ni de Unides Podem han estado finos al tomar partido en las contiendas estatales. Ximo Puig se decantó por Susana Díaz para la secretaría general en Ferraz. Mónica Oltra insistió en ir con Pablo Iglesias a las próximas generales, cuando sus militantes estaban por Errejón. El gobierno valenciano no atraviesa por sus mejores momentos, aquejado de penuria financiera crónica. Martínez Dalmau, quiso desbancar a Compromís y se quedó con un pie fuera. La consecuencia es una cascada de recortes -365 millones, de momento— para acceder al FLA y llegar a fin de mes.

Desaires. Ha sorprendido la decisión fulminante de Compromís para aliarse con Más España, partido de Errejón con el aliento de Manuela Carmena. En el País Valenciano será Més Compromís. El pacto alcanzado es el más digno para una formación política valenciana desde la Segunda República cuando se constituyó la Confederación Española de Derechas Autónomas(CEDA) en 1933. Tiene lógica. Compromís se sintió ninguneado cuando Ximo Puig - su socio de gobierno- adelantó las autonómicas. Los presagios se cumplieron y la formación valencianista tuvo los peores resultados en elecciones generales. Se quedó con un solo escaño que esgrime Baldoví. El boomerang vuelve a casa.

El resentimiento de Compromís frente a Podemos viene de lejos. Pablo Iglesias minusvalora a Joan Baldoví, personal y políticamente, por su popularidad y por su empeño en representar el valencianismo en Madrid. Podemos es un partido centralista. Con una organización- cúpula frente a las confluencias y las bases. Los bolcheviques actuaban igual. Joan Baldoví, fruto de su desafección, tuvo que imponer la firma, ante notario, de su pacto electoral con Iglesias. Y fue arrinconado en el Congreso. El código valenciano marca tendencia.