Hay árboles que generan sombras rotas. No, no importa la difusión de la luz; desafortunadamente el cerebro se atonta con los recuerdos y desvigoriza toda voluntad de entusiasmo.

En Ibiza y Formentera hay muchos algarrobos, pero solo uno es idea gráfica de bohemia y pasado. Hace muchos años las islas fueron conquista de hombres grandes, no dudo que ahora no lo sean, pero no es lo mismo. Siempre que hablo de mis niñas (las islas) me invade un sentimentalismo idiota, los quehaceres del recuerdo son así, qué le vamos a hacer.

Hace muchos años en Formentera conocí a dos hombres maravillosos: José Luis Aguilar y Juan Ramón de la Cruz. El primero era la esencia de un escritor que comprendió que su destino estaba lejos de la ciudad y decidió ser oyente de los destinos de la creación: los silencios. El segundo era un buen periodista que confesaba su fuerza y sus ganas en cada artículo. Jamás, a pesar de ser muy bueno en lo suyo, fue cuño de soberbia y vanidad, al contrario. Dicho lo dicho, vamos a la historia que les quiero contar...

En algunas épocas de nuestra vida, hemos percibido que en en solo instante pueden estar todos los habitantes de nuestros sueños. Un día junto a la Fonda Pepe me encontré a José Luis y a Juan Ramón, juntos eran la revolución resolutiva de lo que es la amistad que incendia el presentir de los tiempos venideros; la verdad es que discutían mucho, pero se querían locura, creo que las discusiones bien llevadas son el principio de la lealtad. Los dos se acercaron a mí, con aspecto de caballeros románticos, y me ofrecieron ir a comer unas sardinas debajo de un algarrobo, evidentemente, acepté. Convencida de lo que es esperar tres horas, le pedí consejo a la paciencia y me dijo que me tomara unas cañas, así lo hice. Después cogí mi moto campera y acudí a las coordenadas que ellos me habían dicho...

Con 22 años, la edad que tenía en aquel momento, sentí un modesto estremecimiento al verlos sentados debajo del algarrobo. De jóvenes todo se combate con la ilusión, yo tenía mucha, ellos eran la seguridad que a mí me faltaba en el mundo de las letras, y por ende los veía como seres llenos de luz, de los que aprender y mucho. Siempre recordaré aquel día; de hecho estoy convencida que junto a aquel algarrobo está la esencia de dos hombres que la muerte no pudo aniquilar, dos hombres que forman parte de la historia de Formentera. Y por supuesto de mi vida.