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Buena onda

Jaque al Mediterráneo

n informe científico hecho público por la Unión por el Mediterráneo en vísperas de su reunión del jueves en Barcelona con políticos de los países de las tres orillas del mar expone rotundamente que el ecosistema mediterráneo es la zona del globo donde más fuerte y antes se puede hacer realidad la calamidad climática que amenaza a la humanidad. El informe describe una mutación catastrófica de la naturaleza -con una elevación del nivel del mar de más de un metro, un aumento brusco de las temperaturas en el horizonte del 2100 y una desertificación imparable- y el consiguiente colapso de una parte importante de la agricultura, una alteración sustancial de la pesca y una amenaza letal para bastantes ciudades y sus poblaciones, es decir, para las personas que vivimos en sus orillas y para nuestra economía, sociología y estilo de vida. Una lectura atenta de los resúmenes del informe que se han facilitado provoca una reacción de alerta tan fuerte como las que sucesivamente hemos ido sufriendo cuando se han hecho públicos otros informes científicos en los últimos meses. La diferencia ahora es que se nos dice qué nos puede pasar, qué nos va a pasar o qué nos está pasando, a nosotros, a los mediterraneos que tenemos la funesta suerte de vivir en el punto más caliente de un calentamiento global.

El informe coordinado por Wolfgang Cramer, director científico del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología establecido en Francia, tiene la suficiente solvencia para que ninguno de los enemigos de la teoría del cambio climático -con políticos como Trump y partidos reaccionarios a la cabeza- pueda dar ninguna réplica para cerrar los ojos y taparse los oídos. Reconocido el peligro, sin embargo, nadie parece capaz de poner sobre la mesa una respuesta o conjunto de respuestascomunes a un conglomerado de países con religiones, culturas, economías y regímenes políticos tan variados como los que confluyen en el «mar común». Ni las grandes movilizaciones registradas en las cuatro esquinas del mundo ni el movimiento estudiantil de resistencia sostenida «Los viernes por el clima» ni el impacto que informes como el de la Unión por el Mediterráneo tienen sobre la opinión pública parecen suficientes para que los gobiernos, las empresas, -una a una y por sectores enteras de actividad como el textil o la ganadería-, entren de verdad en la contienda, dejen a un lado sus intereses a corto plazo y nos muevan a todos a regenerar un estilo de vida en la dirección contraria, hay que saberlo, a nuestros hábitos, costumbres y cultura profunda.

Para algunos optimistas, el caldo de cultivo que ahora se está generando, y algunos de los signos de la actualidad, permiten decir que hay elementos suficientes para producir un cambio social radical como los que se dieron en su momento con la aparición y asentamiento de la revolución industrial o el nacimiento de la sociedad del consumo. Siendo realistas, en esos y otro casos, las transformaciones sociales necesitaron un largo período de gestación y de asentamiento y se movieron con el liderazgo claro de fuerzas sociales, individuos, empresas o colectivos que tenían como recompensa la ganancia y el lucro. La gran transformación necesaria para revertir el cambio climático y salvar el Mediterráneo tiene todas las razones para que ese liderazgo (necesario, urgente, irrevocable), sea de todos pues tiene como objetivo lo más preciado: la pura supervivencia. Salvar lo más preciado nos obliga a actuar a todos en sintonía por razones del bien común. Un bien que, desgraciadamente -y con la elevada dosis de idiotismo que impregna nuestra vida colectiva-, es cada vez con más frecuencia la menos común de las razones.

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