Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons García03

A vuelapluma

Alfons Garcia

Soy un mediocre

Debería hacer examen de conciencia, porque he oído hablar del último conflicto fronterizo en Turquía y mi reacción ha sido pensar que saldremos ganando, porque más turistas vendrán a la costa valenciana. Soy un mediocre, por tanto, en los términos que Alain Deneault maneja el descalificativo en su provocador ensayo Mediocracia (Turner). Teoriza el filósofo francés sobre cómo el pensamiento útil y acrítico, la falta de grandes objetivos, el cortoplacismo y la rentabilidad económica se han impuesto en todos los ámbitos, desde la ciencia hasta la política. Enumera sobre esto último diversas universidades del mundo que realizaban operaciones financieras en paraísos fiscales y uno no puede evitar pensar en la EMT y su estafa. ¿Es tan normal que una empresa de transporte público lleve a cabo tejemanejes económicos (y por cuatro millones de euros) en Hong Kong? Da que pensar. ¿Por qué la administradora asumió la operación y mordió el anzuelo con tanta facilidad? ¿Es que no es un hecho tan extraño? El fondo que subyace, como dice Deneault, es que cualquier acción es justificable si es para mejorar la cuenta de resultados, aunque se mezclen entidades públicas y paraísos fiscales. Es la economía de la avaricia. Es como aquellos (yo entre ellos) a los que se nos ha encendido el testigo de los beneficios económicos al ver la última crisis en Turquía. Somos mediocres. Si no fuera por el regusto despectivo del adjetivo, estoy dispuesto a reivindicarlo como signo de estos tiempos. No debería ser negativo que la producción científica, en forma de tesis doctorales, no se restrinja a los contenidos sublimes y que la creación artística no sea exclusiva de mentes brillantes. Mediocres, por otra parte, ha habido siempre. El tiempo se encarga de depurar lo excelso. O eso prefiero pensar para sostener la idea de progreso. Que exista hoy más producción inane solo es efecto de esta sociedad de masas y sus posibilidades tecnológicas. Es el resultado de un tiempo de democratización social y de extensión de las clases medias que parece en vías de agotamiento. Ahora que está bajo amenaza, incluso es seductor reivindicar la mediocridad. Digamos medianía, al estilo de Clarín, y suena algo mejor.

Ahora que es tiempo de extremos, de concentración de riqueza y ampliación de bolsas de pobreza, tiempo también de polarización de las ideas, no está mal subrayar el valor de las medianías, que en términos políticos se traducen en moderación, aunque esta conlleve grisura. No está mal reivindicar un Nou d'Octubre como el de este año, de celebración como pueblo y sin proliferación de insultos y descalificaciones. Y eso que supuestamente el adoctrinamiento nacionalista cunde en las aulas. Ese es al menos uno de los ejes discursivos de la política local. Será menos emocionante que cuando ardían banderas en blanco y negro, llovían huevos y la jornada acababa en recuento de heridos y contenedores quemados. No hace tanto. Y el espejo actual de aquel paradigma no está tan lejos, solo unos kilómetros al norte, sin llegar a Pirineos. Será que en este rincón hemos avanzado algo y que las vacunas contra algunas falacias y complejos de inferioridad empiezan a funcionar. Prefiero esta medianía.

Compartir el artículo

stats