Estamos en una de esas semanas del calendario donde los sentimientos y el respeto a nuestras raíces están muy presentes. Tanto este día 12 de octubre como el 9 d’Octubre despiertan para la mayoría de los valencianos y valencianas eso que se denomina por la psicología como sentido o necesidad de pertenencia. Es éste un concepto inicialmente definido por Abraham Maslow, cuando estableció su teoría de las necesidades humanas, que en la actualidad adquiere más significado, por cuanto en una sociedad despersonalizada y donde la globalización y las nuevas tecnologías tienden a aislarnos como individuos, necesariamente el sentido de grupo nos da valor como personas, nos da seguridad y autoestima, además de que contribuye a formar nuestra propia identidad.

Así las cosas, no tengo ningún tipo de reparo en afirmar que me considero uno más de esa inmensa mayoría de ciudadanos de la Comunitat Valenciana que se sienten tan valencianos como españoles. Es más, me defino como profundamente valenciano y amante de mi tierra, de sus gentes, de nuestro carácter, de esta cultura que nos distingue, de nuestras tradiciones y de las dos lenguas propias que tenemos el privilegio de poseer, el valenciano y el castellano.

Creo que es esa forma de ser y sentirnos la que nos identifica y distingue de otras regiones, donde lo diferente se utiliza como una estrategia de la confrontación, y no para unir o sumar, como bien recuerda Loquillo en sus conciertos al referirse a esa excelente banda de artistas que lo acompañan, provenientes de muy distintos lugares.

Estamos a escasos días, quizás horas, para que el Tribunal Supremo dé a conocer la sentencia sobre el juicio del procés, donde la democracia y la convivencia entre todos los españoles están pagando un alto precio. Por desgracia, todo lo que ha sucediendo en Cataluña en los últimos años es una muestra de cómo se puede manipular torticeramente ese sano sentimiento de pertenencia del que hemos hablado con anterioridad. La forma en la que los políticos, especialmente los catalanes, han manipulado a sus ciudadanos a través del sistema educativo, los medios de comunicación y las instituciones, creando un relato falso e incendiario, son ejemplo de aquello en lo que no debemos caer quienes tenemos una rica historia propia, más allá de la común española.

Quizás sirva para poco, pero es necesario insistir en la exigencia de responsabilidad y altura de miras a todos. Es hora de ser y sentirse valientes para romper con quienes nos pretenden seducir con el discurso fácil de la intolerancia e irracionalidad. Es hora de ser y sentirse demócratas.