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La paciencia tiene un límite. ¿Cuál?

Quién: El president de la Generalitat Valenciana (GV) Ximo Puig. Cuándo: El pasado miércoles 9 d'Octubre, cuando ya sabíamos que con el extra-FLA y las entregas a cuenta, la GV podría pagar las facturas pendientes. Dónde: el emblemático Saló de Corts del Palau de la GV. Motivo: Discurso institucional del día de la Comunitat Valenciana, ante toda la sociedad civil. Razonamiento: Los valencianos llevan demasiados años reclamando «un sistema de financiación autonómica justo que haga viable el autogobierno y asegure el trabajo y el bienestar». Advertencia: «La paciencia tiene un límite».

Un compañero de Valencia Plaza escribió refiriéndose a la advertencia que: «fue una locución potente con una idea afilada que, sin embargo, apunta a ser una sobreactuación folclórica asumible en una jornada festiva como es el 9 d'Octubre». Sin duda un análisis certero, pero me resisto a pensar que con la que está cayendo, el president haya sucumbido otra vez a la tentación de usar una retórica propia del más rancio populismo. Aunque no comparta, por su simpleza, el silogismo que más autogobierno implica asegurar trabajo y bienestar, se puede aceptar, adjudicándolo al subidón que el momento y el marco pudieran ejercer en la respetable persona de Ximo Puig, que supera al honorífico Molt Honorable. Sin embargo, la conclusión de la «paciencia tiene un límite», no debería quedarse en el capítulo de los excesos verbales, cuando incluso figura textualmente en la reseña del discurso de la página web de Presidencia.

Ignoro lo que pueda tener previsto el president para el momento en que su medidor de paciencia marque cero, pero si tiene el deber democrático de explicarlo, ya que de lo contrario parecerá actuar como un jugador de póker propenso al farol o a un matón que amenaza no tanto a sus adversarios como a sus conciudadanos a quienes «anuncia» grandes desgracias si no consigue sus demandas a otros (gobierno central y resto de Comunidades Autónomas). Hablar en nombre de todos los valencianos, tiene el riesgo propio de toda generalización, pues algunos ya hemos superado este límite de la paciencia y llevamos meses conviviendo más allá de este mojón. El victimismo (justificado o no) no para: que si el FLA no llega, los servicios que presta la GV están en riesgo; que si no se aprueban unos presupuestos con 1.300 millones de ingresos virtuales no se ejerce de político coherente; que los valencianos vivimos en un estado injusto: que la Generalitat es inviable y que€ en una día ignoto, se va a acabar la paciencia.

Lamento que lo que sigue se refiera al PSPV-PSOE, el grupo más sólido intelectualmente en temas de financiación, ya que al resto hay que dejarlos en el infierno de los ignorantes peligrosos e incoherentes. Empecemos con el PP, cuyo líder Pablo Casado a los pocos minutos de oír a Puig en el Palau, no tuvo empacho en mostrar su incompetencia a micrófono abierto, hablando de un nuevo modelo de financiación autonómica, si es presidente del Gobierno, para que la GV «pueda recibir esos más de 1.000 millones de euros ya recaudados y pagados por los valencianos que el actual gobierno socialista no entrega». Triste figura la de quien tomando el rábano de un problema muy complicado, por las hojas de un oportunismo barriobajero confunde un episodio puntual con los principios de un reparto entre españoles. Un nuevo modelo de financiación, Rajoy, ni siquiera se atrevió a plantear durante siete años y lo mismo ha vivido Sánchez durante un año. Como es sabido Compromís va a compartir listas en la Comuninat el 10-N, con el neonato Más País, cuyo programa se dio a conocer el viernes, donde no aparece referencia alguna al tema de la financiación, una circunstancia que es muy difícil de hermanar con las constantes declaraciones de la Vicepresidenta Oltra. Si Más País no dice nada al respecto, poca validez van a tener los planteamientos de Más Compromís.

Desafortunadamente aquello que se promete en etapa electoral es fatuo e inexacto, pero por una vez, parece que el equipo de Sánchez ha decidido tirar de sinceridad a la hora de poner por escrito (las declaraciones son materia de simple fonoteca) lo que puede ocurrir en materia de financiación autonómica. Ello aunque salten chispas entre PSPV y PSOE. Celebrar unas elecciones a medio año de las anteriores, hace que los programas electorales no puedan ser objeto de grandes cambios y queden en microadaptaciones, como las del PSOE de la semana pasada bajo el epígrafe «Ahora gobierno. Ahora España» una lista de 35 compromisos sociales, sin ninguna referencia a la financiación autonómica, cosa que obviamente copió Errejon en cuestión de horas. Si uno pregunta al veterano PSOE por la razón de la ausencia, dicen que entre los 110 puntos preparados para las elecciones de abril se hablaba de un Pacto de Estado (se trata del punto nº 21). El reconocimiento de la enorme dificultad de la resolución del problema se plasmó el mes pasado, en el último intento de acuerdo con Podemos, que se basaría en 370 puntos, de los cuales el nº 353 decía: «Desarrollaremos la previsión de las reglas y principios que deben regir el sistema de financiación de las comunidades autónomas y el procedimiento para establecerlo con participación de los territorios, con el objetivo final de aprobar un nuevo sistema de financiación de las comunidades autónomas».

A lo largo de lo que llevamos de 2019, el partido que aparentemente más ha analizado el tema, el modelo de financiación, ha pasado de Pacto de Estado, a prudente promesa de «desarrollar la previsión de reglas y normas» para una posible rescritura, para acabar ejándolo fuera de 35 medidas para un compromiso social.

Cuando se acabe la paciencia del president, tendrá tres opciones: Un «Valexit» tipo Procés; una ruptura del PSPV con el PSOE o una cuidadosa y parcial devolución de competencias para que todos repensemos el problema territorial. Son reflexiones más allá de la paciencia. Un ejercicio de resiliencia.

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