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En voz alta

El numerito de los numeritos

La elaboración de los presupuestos ya sean de los gobiernos central, autonómico, provincial o local emplea a miles de funcionarios y políticos que calculadora en mano acaban presentando una infinidad de cifras que aseguran son vitales para el buen funcionamiento de nuestras administraciones. Afortunadamente los avances tecnológicos han permitido que su presentación sea en un diminuto artilugio de capacidad de memoria casi infinita que ha permitido desterrar esas furgonetas llenas de cajas y millones de folios que, de seguir así, hubieran hecho tanto mal a los árboles del Amazonas como el mismo Bolsonaro. Una vez acabados, estos documentos son discutidos en interminables sesiones que, entre otras cosas, intentan trasladarnos la sensación que lo que allí se debate es muy trascendente.

Sin querer frivolizar, toda esa teoría se da luego de bruces con la cruda realidad en varios frentes. Por ejemplo, en España seguimos gobernados con los presupuestos de Montoro y así continuaremos, como mínimo, hasta el año próximo cuando pasadas las elecciones sepamos si se constituye un nuevo gobierno y si ese ejecutivo es capaz después de sacar adelante sus propias cuentas. Eso sí, mientras eso llega por la incapacidad de ponerse de acuerdo de todos pero especialmente de Pedro Sánchez por no tener ni los votos ni los apoyos necesarios, el actual gobierno utiliza continuamente el argumento de los presupuestos prorrogados para justificar todo lo que no pone en marcha.

Otro asunto demasiado olvidado es el del nivel de ejecución. De qué vale incluir partidas e inversiones multimillonarias en los presupuestos si luego no se cumplen. Horas, días, semanas y meses de sesudos debates criticando o presumiendo de haber conseguido que las cuentas públicas incluyan objetivos muy demandados y luego son muchos los que se quedan por el camino gracias a un amplio catálogo de excusas disfrazadas de argumentos técnicos o burocráticos. Uno de los últimos ejemplos lo hemos tenido con los recortes del Consell justificados por aplicarse en «partidas difícilmente ejecutables». Entonces para qué se incluyeron. Por no hablar de la famosa partida de 1.300 millones de euros que se incluyen en las cuentas de la Generalitat sin que existan por ningún lado y que empezaron a usar los gobiernos del PP bajo la etiqueta de ficticios y que ahora los gobiernos botánicos han rebautizado como reivindicativos. En ambos casos lo que hacen, de momento, es aumentar nuestra deuda y déficit de forma desbocada como triste herencia que dejaremos a futuras generaciones a no ser que algún día se logre el cambio del modelo de financiación y la compensación de buena parte de nuestra deuda algo que cada vez veo más complicado.

Ahora en medio de ese complejo panorama político y económico, el gobierno valenciano debe decidir en los próximos días qué hace con el presupuesto autonómico de 2020. Sin cuentas en el Estado presentarlas aquí sería a base de simples hipótesis basadas más en impresiones que en datos lo que, al menos a mi se me antojaría una irresponsabilidad que abonaría la tesis de la falta de rigor en su elaboración. Además no perdamos de vista que las enormes tensiones internas en el Consell con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina haría muy difícil lograr un acuerdo entre los tres socios que compaginara sus reivindicaciones y prioridades con su responsabilidad de no gastar más de lo que tienen, es decir, priorizar y renunciar a todo aquello para lo que luego no vayan a tener dinero.

Por cierto, me cuenta una amiga que pasados unos días de la celebración del Nou d’Octubre la Generalitat debería replantearse dar tantas distinciones y reconocimientos, no solo porque alarga el acto institucional hasta la eternidad sino, sobre todo, porque acaba devaluándolos. Del mismo modo, mi amiga cree que el Ayuntamiento de València debería limitar el número y las características de los colectivos que acompañan a la comitiva oficial que procesiona entorno a la Real Senyera y es que especialmente por detrás de ella se ven todo tipo de grupos y sobre todo consignas totalmente inapropiadas para una Procesión Cívica.

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