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Vital Unamuno

Atemorizado, tormentoso, lúcido, apasionado, católico, colérico, escéptico, creyente, arrepentido, dubitativo, contradictorio, acobardado y audaz es el Unamuno bosquejado por Alejandro Amenábar. Algún crítico de mirada corta ha vilipendiado a Mientras dure la guerra por considerarla equidistante con el franquismo, en esa manía eterna de colocarle etiquetas a todo. No es cierto: la película cuenta la traumática evolución de un intelectual que apoya el golpe militar convencido de que traerá a su amada república una arquitectura de orden hasta que toma conciencia de que lo que viene es el fascismo represor, el rostro más descarnado del ser humano, la destrucción a marchamo de fuerza bruta.

Si García Márquez lo hacía todo para que lo quisieran, Unamuno lo hace todo por principios, no por tacticismo. Sólo por ética insobornable rechaza creer en un primer momento que los militares le hayan pegado un tiro a García Lorca en una cuneta; y sólo por esa misma ética innegociable, cuando aterrorizado ha visto cómo sus propios amigos son asesinados y lo más sencillo es callar y dejarse homenajear por Franco y sus secuaces que en Salamanca le ensalzan como el gran intelectual católico español, Unamuno cambia y realiza un ejercicio de valentía inconmensurable: y pronuncia su famosa alocución de que «venceréis pero no convenceréis porque para convencer hay que persuadir» ante un paraninfo universitario repleto de pistoleros. Unamuno no solo actúa por principios sino que es capaz de cambiarlos y tragarse su orgullo en búsqueda de la verdad en una época en que por eso te pegaban un tiro. El retrato de Amenábar es hoy imprescindible, en estos tiempos de estrategia hueca y oportunismo en el que sucesos de tanto calado histórico como la exhumación de los huesos de Franco o la inminente sentencia a los políticos del procès no son evaluados por si son o no son justos, sino por interés: casi todos los partidos pendientes de si el momento en que tales acontecimientos se produzcan convendrá o no a su posición en la carrera electoral, casi todos pendientes de las encuestas y casi nadie de la ética.

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