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Butaca de patio

Documentales en auge

Decía el dramaturgo Oscar Wilde en la segunda mitad del siglo XIX que la realidad siempre supera a la ficción o, dicho de otro modo, la vida imita al arte. Otros grandes creadores han avalado después con sus obras aquella ya célebre afirmación de Wilde y, sin ir más lejos, algunos geniales escritores del boom latinoamericano, comenzando por el mismísimo Gabriel García Márquez, confirmaron que el exitoso realismo fantástico de sus novelas se nutrió de la vida cotidiana y de historias verídicas de sus países. De este modo las fronteras entre géneros literarios, entre la narrativa, el ensayo o el periodismo, se han ido diluyendo hasta desembocar en lo que ahora se denomina autoficción.

Desde luego el término no se había inventado cuando Truman Capote publicó A sangre fría, una espeluznante novela sobre un asesinato, o cuando Tom Wolfe escribió Elegidos para la gloria, un sensacional relato sobre la preparación de los astronautas norteamericanos. O cuando el sevillano Manuel Chaves Nogales redactó El maestro Juan Martínez que estuvo allí, una parodia sobre un grupo andaluz de baile en la Rusia revolucionaria. En aquellos tiempos este tipo de literatura se llamaba nuevo periodismo. Pero las narraciones de escritores contemporáneos como el francés Emmanuel Carrere (El adversario, Limonov…) o el español Javier Cercas (Soldados de Salamina, Anatomía de un instante…) beben de las mismas fuentes, es decir, de fabular sobre fascinantes sucesos reales. Esta tendencia, cada vez más frecuente en la literatura, comienza también a extenderse en el cine con el auge de los documentales, un género considerado como de segunda división hasta hace bien poco y que cada vez gana más espacios.

Vienen estas reflexiones a cuento de la importancia que un festival de cine de la categoría de la Seminci de Valladolid, que se celebra en los próximos días, concede a los documentales. Esta forma narrativa, que ha reflejado por ejemplo mucho mejor la crisis vivida en España que los largometrajes de ficción, ha conquistado ya un lugar preferente tanto en las series de televisión como en las pantallas grandes. Como máximo exponente de este fenómeno cultural podríamos citar la popularidad lograda por la serie de televisión Chernobil, basada en un relato de la premio Nobel Svetlana Aleksiévich. Pero sin necesidad de salir al extranjero, la creciente calidad de los documentales realizados en España llevó a la Academia de Cine a incluir esa categoría en los premios Goya desde 2001. Algunas de esas cintas de no ficción galardonadas han gozado del favor del público y de buenas críticas y han llegado a proyectarse en salas de cine comerciales además de en televisiones generalistas. Bastaría recordar títulos como Bicicleta, cuchara, manzana, de Carles Bosch, sobre la enfermedad de Alzheimer del expresidente de la Generalitat Pasqual Maragall; como Frágil equilibrio, de Guillermo García López, sobre el cambio climático; como El silencio de otros, de Almudena Carracedo y Robert Bahar, sobre las fosas del franquismo; o Las maestras de la República, de Pilar Pérez Solano, sobre aquellas pioneras. Precisamente esta cineasta alicantina concursa ahora en la Seminci con La defensa, por la libertad, una película sobre abogados laboralistas. El documental cinematográfico está, pues, de moda y habrá que desear que se consolide como un género tan digno e interesante como la ficción.

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