Ya en noviembre del año 2014, con Mas aún de President, se convocó en Catalunya la consulta nacional no refenrendaria (por cierto, qué palabra más fea). El objeto de esta consulta era conocer si la mayoría de los catalanes opinaban sobre si su tierra debía ser un Estado, y éste independiente. Al ser suspendida la convocatoria por el TC se modificó por el de «consulta alternativa».

Mas, en el fondo, no era independentista, y nunca quiso traspasar los límites de la legislación vigente, entre otras razones porque traspasar esos límites te pueden llevar a la cárcel, que es un hotel que a nadie gusta. Pero en septiembre de 2015 se celebraron elecciones autonómicas. Dicho sea de paso es llamativo que los independentistas catalanes se quejen que no les dejan votar, ¡pero hombre!, si votan todos los años, y a veces más. Las presiones de la CUP, necesaria para alcanzar la mayoría independentista en el nuevo Parlament, forzaron la sustitución en la Presidencia de la Generalitat de Mas por Puigdemont. Y éste sí que era independentista. Íncipit tragoedia.

Los acontecimientos ocurridos entre enero de 2016, ya con el llamado popularmente «Puchi» de President, y septiembre -octubre de 2017 son de sobra conocidos. El llamado «cuaderno Jove», que fue incautado por la Guardia Civil en la tormentosa tarde-noche del 20 de septiembre de 2017, son muy reveladores. Jove era el número 2 del entonces Conseller de Economía y Hacienda Oriol Junqueras. En su cuaderno y diario personal recoge como prácticamente desde el acceso a la Presidencia de Puigdemont se elaboró un minucioso plan para establecer la independencia de Catalunya. En él se detallaba la función que debía ejercer en ese salto al vacío el Govern, la Mesa de les Corts, y las auto-tituladas organizaciones sociales ANC y Omnium Cultural. La Policía catalana -los mossos- eran una parte complementaria, pero imprescindible, para el éxito de la conspiración.

Con la aplicación de del artículo 155 de la Constitución la farsa seudo-independentista empezó su declive: el pueblo catalán, al que dicen representar, no realizó ninguna huelga general en respuesta a tan tamaña agresión de Madrid , miles de empresas catalanas cambiaron su sede social fuera de Catalunya, los Gobiernos europeos manifestaron su apoyo a la democracia española, y los principales dirigentes de la sedición fueron ingresando paulatinamente en prisión preventiva. Prisión preventiva a la que contribuyó, y no poco, la vergonzosa fuga del máximo responsable de aquella loca aventura: Puigdemont.

Para intentar disimular su fracaso los independentistas, con la colaboración de Podemos, que en este conflicto siempre nada entre dos aguas, crearon un nuevo relato. Éste era en esencia que en realidad España no era una auténtica democracia, sino un régimen post-franquista, y los más radicales llegaban a suprimir el prefijo «post». Por no extenderme más de lo necesario para refutar la falacia anterior reproduciré una cita del novelista catalán Eduardo Mendoza en un artículo escrito en el diario de mayor tirada en España: «Cuando en un país la gente se manifiesta libremente diciendo que no hay de democracia en el mismo, es que la hay».

La sedición de otoño de 2017 está definitivamente derrotada. La sentencia del T.S del pasado 14 de octubre es, sino un punto final, un punto y aparte. Frente a la respuesta a esta situación los distintos partidos independentistas -PDCAT, Junts Per Cataluya, ERC, la CUP- y sus distintas facciones ofrecen distintas alternativas. Saben que han fracasado , y la mayor expresión de este fracaso es que aún tengan de President a un activista, títere de Puigdemont: Torra. Este hombre, que dice amar a Catalunya por encima de todas las cosas, anima a los CDR a incendiar Barcelona noche tras noche. Curiosa manera de querer a su País. Recuerda a aquello que escribió Ortega, salvando las distancias, en La rebelión de las masas, sobre «esos obreros que salen a pedir pan, y se dedican a quemar panaderías».

Ninguno de ellos se atreve a decirle la verdad a la parte del pueblo catalán que les apoyó el 1-O. Ésta podía ser más o menos: sobre-estimamos nuestras fuerzas, confiamos en un apoyo internacional que nunca tuvimos, confundimos la debilidad del Gobierno Rajoy, en minoría parlamentaria y acosado por un alud de escándalos de corrupción, con la fortaleza del Estado democrático español, que el firme discurso del Rey y la actuación de la Justicia pusieron de manifiesto. No es disparatado mantener que Rajoy, por sus circunstancias, y su propio carácter personal, que le llevaba a post-poner para mañana cualquier decisión con pros y contras, tiene una importante responsabilidad en lo que ocurrió en aquel lamentable comienzo de otoño de 2017. Nunca sabremos, si después de los manifiestamente anti-constitucionales y anti-estatutarios acuerdos del Parlament del día 6 de septiembre de 2017, se hubiera iniciado la tramitación del artículo155, no se hubieran podido evitar los tristes acontecimientos que llevan ocurriendo en Catalunya los dos últimos dos años.