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No vaya a ser que...

Es manipuladora la prensa española? De entrada, la respuesta inmediata e inevitable es que sí. Cuando alguien traslada los hechos al lenguaje escrito y al lenguaje gráfico los «manipula», los trata, los presenta (pero no los representa con absoluta e imposible fidelidad). Ajustamos la realidad al lenguaje y a su férrea sintaxis de sujeto, verbo y predicado, forzándola; o al punto de vista del que observa, centrándola: esta manipulación es tan inevitable como lo es dejar huellas al caminar por la playa. A la quimera de la objetividad sólo nos queda contraponer el ideal de la máxima transparencia y el compromiso de las «verdades» compartidas.

Si es inevitable manipular, tratar o manejar los hechos con las manos, sin embargo hay muchas formas de hacerlo y algunas son denunciables, malas malísimas. La peor, y las más ineficaz, es la mentira, pero, ya digo, existen otras maneras de hacerlo.

Así, por ejemplo, la semana de manifestaciones y protestas en Catalunya contra la sentencia a los políticos presos por sus ideas políticas, o sea, los presos políticos, se ha presentado en las televisiones como una algarada de violencia y disturbios varios. ¿Es falso o acaso no estaba ocurriendo lo que las televisiones nos mostraban? No, no es falso: lo estábamos viendo, sentados en la primera fila de casa, como prisioneros de la caverna. Pero, ¿sólo estaba ocurriendo eso? Tampoco. Se trataba de una pequeña y censurable parte del todo. Sin embargo, hemos asistido, en un directo, ininterrumpido y obsesivo punto de vista centrado , durante horas y horas, en los contenedores ardiendo y en los adoquines volando, a una «reducción» de lo sucedido, a una manipulación de la realidad.

La realidad de 600.000 catalanes manifestándose con pacífica normalidad y persistente voluntad se convierte en una horda de jóvenes salvajes dedicados al saqueo. Esa reducción de la realidad es la que transforma un problema de naturaleza política en un problema de orden público y, por tanto, jurídico, invirtiendo el orden de lo que es primero e imposibilitando las posibles soluciones, o sea, agrandando y agravando el problema. Y claro, sentadas las cosas de ese modo, ahí están los del fuego amigo pidiendo la ilegalización de los partidos independentistas o pidiendo que algunos sean incluidos entre los grupos terroristas; exigiendo el 155 o el estado de sitio y excepción, el envío de la legión y la cabra y el encierro de todo rebelde, sedicioso o traidor, y a los ya encarcelados el traslado a prisiones fuera de Catalunya para que se jodan, no vaya a ser que.

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