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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

La sepultura de la memoria

La semana pasada, con la exhumación de los restos de Francisco Franco en el Valle de los Caídos, la atención pública estuvo fijada en un cementerio que celebró el último entierro en 1975. Un cementerio muerto. Esta semana, con la fúnebre sucesión de Todos los Santos y Difuntos, la atención privada está en los cementerios que siguen vivos ofreciendo sepulturas para el lento tráfico de cadáveres que se inhuman y exhuman.

Enterrar es de humanos, se dice, casi redundando. Enterramos y desenterramos cosas (como hacen los perros), pero sólo inhumamos y exhumamos humanos. “Humus” y “humano” comparten raíz. “Humano” es “el natural del humus”, de la tierra. Enterrar puede no ser sólo de humanos. El científico holandés Frans de Waal sostiene que si los chimpancés se asentasen mucho tiempo en el mismo lugar se darían cuenta de que los cadáveres atraen a depredadores peligrosos y los cubrirían para tapar su hedor.

En el homo sapiens se relaciona el enterramiento con la resistencia a que la única vida conocida y contrastada se termine y la muerte sea el final de todo. Ese rechazo ha llevado a elaboraciones mágicas que prometen un continuará y que, miles de años después, siguen funcionando como el primer día. La sepultura domicilia restos, pero es lo contrario de una vivienda, aunque se compre orientada al sol o con vistas al mar.

Los muertos solo permanecen en la memoria de los vivos y desde el recuerdo se trasladan al presente en la forma de relacionarse con los que nos rodean y, aún peor, con los que nos siguen. Hay gente que está muy bien muerta y es una lástima que siga presente en la memoria. A veces el cerebro mantiene vivo, aun sin querer, a alguien que además de muerto y enterrado estaría mejor olvidado.

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