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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Por favor, no se moleste

Vivimos en el mejorestar de las crecientes atenciones exquisitas. Subir a un avión es un proceso minucioso, no aquel embarque al tuntún. Hay que identificarse varias veces hasta estar seguro, por su propia seguridad, de que uno es uno. Al tiempo, deshacer el equipaje de mano en función de sus componentes, descalzarse, desceñirse y pasar una exploración por escáner (digital) o real (dactilar), por si olvidamos explosivos en el interior del recto o aparecieran allí alojadas unas bolas de cocaína -que nadie sabe cómo han podido llegar- y que pueden comprometer nuestra seguridad.

Innumerables compañías quieren mejorar nuestras vidas con nuevos productos y hacernos ahorrar en gastos y nos reciben obsequiándonos con un servicio despertador que ahuyenta el sueño traicionero que acecha al cabo del almuerzo. Graban las conversaciones por nuestra seguridad. No sabe uno cómo agradecerles tanta solicitud.

El Instituto Nacional de Estadística gastará medio millón de euros para que las tres grandes compañías que nos surten de la felicidad de la comunicación contemporánea, les faciliten los datos de nuestros teléfonos móviles a fin de saber qué haremos durante un domingo, 4 días laborables y 3 de vacaciones y así mejorar nuestro devenir de maneras inimaginables, que van más allá de las cámaras de seguridad instaladas en cada tramo de la ciudad. Todo son miramientos.

Hay tanta gente trabajando en nuestro bienestar que no queda espacio para la maldad en el mundo, pero también hay tímidos a los que indispone tanta atención, seres a los que mata tanto desvivirse y de ahí expresiones clásicas como «por favor, no se moleste», «ay, amor, ya no me quieras tanto» o «¿me quieren dejar en paz de una puta vez?»

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