Aunque el Brexit está más cercano que nunca y las probabilidades de permanencia son ya muy reducidas, Boris Johnson aún no puede cantar victoria...y cabe que nunca lo haga. Es cierto que, pese a su histrionismo, fantochadas y pataletas, y varias derrotas previas en el Parlamento británico, el hiperbólico Johnson ha logrado esta semana su primera victoria al conseguir que dicho Parlamento acepte discutir el acuerdo del Brexit que él ha negociado con la Unión Europea (UE). Con lo que ya ha logrado llegar adonde Theresa May nunca pudo. Y ello pese a que, en contra de lo que el propio Johnson ha afirmado (y había prometido), el acuerdo que negoció en semanas recientes con la Comisión Europea, aunque algo más perjudicial económicamente para los propios británicos que el acuerdo de May, apenas difiere del acuerdo que ella negoció anteriormente.

Ahora bien, a Johnson aún no le toca echar las campanas al vuelo pues su victoria puede haber sido pírrica, como mostró la derrota que cosechó poco después de esa victoria. Pues el Parlamento rechazó que su debate sobre el acuerdo del Brexit fuera discutido en apenas tres días, como él pretendía, para que aquél se viera imposibilitado de discutir con calma el texto de ese acuerdo (dificultando así la adopción de enmiendas y apurándole a aprobar incólume su propuesta de Brexit).

Esta derrota ha sido posiblemente más humillante para Johnson que lo fueron sus derrotas previas. Pues ha forzado a éste a suspender por ahora los debates hasta que, una vez más, sea la UE quien tenga la última palabra. Será ésta, con su decisión de aceptar o no la petición, hecha sin ninguna convicción por el propio Johnson, pero obligado por la norma adoptada hace un mes por el Parlamento, de extender, más allá del 31 de octubre, la fecha límite de salida de la UE. Queriendo evitar que se acuse a la UE de permitir un Brexit a las bravas, el aún Presidente del Consejo, Donald Tusk, ya ha propuesto a los líderes de los 27 estados de la UE que se conceda una prórroga flexible a la salida del Reino Unido hasta el 31 de enero de 2020. Es probable que esa decisión de la UE sea condicional, esto es, que sus términos dependan de lo que en los próximos días decidan el Parlamento británico, y el propio Johnson (que insiste en una prórroga corta), sobre la nueva convocatoria de elecciones solicitada repentinamente por Johnson para el 12 de diciembre.

Todo lo anterior ha mostrado que tras las exageraciones, acusaciones y amenazas de Johnson a todo el mundo (desde a los propios parlamentarios de su partido a los de la oposición y a la propia Comisión Europea) de que jamás pediría ni aceptaría una extensión de la fecha límite, de que el Reino Unido se iría de la UE "a vida o muerte" el 31 de octubre, de que antes de pedir una extensión dimitiría o convocaría elecciones, no había sino fantasías, mentiras y bravuconadas de un payaso (aunque carismático) macho alfa . Que lo que pretendía con un debate de sólo tres días era (y lo que pretende con la convocatoria de elecciones anticipadas es) aprovecharse del agotamiento y hartazgo del Parlamento y del país para conseguir hacer pasar su versión del Brexit, al que tantos otros británicos se oponen. Un debate para el que el gobierno británico ni siquiera ha adjuntado un análisis de impacto económico.

Si las urnas y los nuevos parlamentarios que salgan de las prontas elecciones muestran mayor sentido de Estado y más inteligencia política de lo demostrado hasta ahora, este atrevimiento debería ser castigado en la elección del nuevo primer ministro. No parece probable pues las encuestas dan un amplio margen de victoria al partido conservador: La oposición está muy debilitada y el principal partido en la oposición está dirigido por un líder que inspira mucho rechazo aun en sus propias filas. Por eso quiere Johnson las elecciones y por eso la oposición posiblemente las impida...antes de que el asunto del Brexit sea aprobado (con posibles enmiendas que lo dulcifiquen, aunque ya no lo impidan).