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El pueblo no se equivoca

El fiambre protagonista del glorioso alzamiento con helicóptero del Valle de los Caídos acabó con la democracia en España gracias al poco diplomático, pero muy efectivo, método de prohibir bajo pena de muerte apoyar a cualquier otro gobernante que no fuera su propia excelencia/excrecencia.

Pero hay otros métodos. Últimamente parece que los jóvenes exhumadores del pertinaz ferrolano -y también los rivales políticos de los exhumadores- están tratando de quitarnos las ganas de seguir viviendo en democracia por la vía de la saturación; llevándonos una y otra vez a las urnas hasta que acabemos sin resuello, preguntándonos de nuevo si con Franco realmente no se vivía mejor. Más que nada porque los domingos, salvo cumplir con el fútbol y la misa, no había que ir a votar. Los teníamos todos libres. Otra cosa, hay que admitirlo, era lo que pudieras hacer con todo aquel ocio. Porque pensar mucho no se podía, los anticonceptivos rulaban poco y no había Netflix.

Con Franco se votaba bastante menos, pero no se vivía mejor. Y acaso habría que recordar también que, aunque todo comenzó porque él decidió meterse en política, el problema estuvo cuando se le ocurrió que los demás españoles no podíamos hacer lo mismo. Por eso ahora, pese a que ya estemos al borde de la pájara democrática, hay que meterse en política, porque solo en este ámbito podemos intervenir sobre las cosas comunes. Hay que armarse de paciencia a las puertas de otra campaña electoral y confiar en que, esta vez sí, lograremos superar el agudo gatillazo que lleva ya años minando la autoestima política del pueblo español. Hay que tener la esperanza de que por fin llevemos a término la faena de formar un Gobierno. El que sea, oiga. Pero un Gobierno.

Ayer, de la que venía a trabajar, una locutora de radiofórmula -¿cómo llegué a sintonizarla?- decía a sus oyentes que había que pasar de "politiquerías" y centrarse en la "musiquita". Luego pinchó una canción franquista de Manolo Escobar titulada paradójicamente El pueblo no se equivoca. Lo que me recordó que aquí hubo un tiempo en el que el pueblo, por definición, se equivocaba. Y uno decidía por todos.

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