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Los muy altivos

Recién levantado, semi dormido todavía, voy en busca de encuestas sobre el resultado de la sesión y, en medio del texto, me asalta los ojos un párrafo en el que figura que las opiniones al respective «son compartidas por el 80 % de los entrevistados de ambos géneros». Aparto el brote de legañas en pie y casi me excito pensando sobre qué ha podido producir un milagro de tal envergadura. Una vez situado en la acción, me topo con que se trata de un estudio realizado entre unas 1.500 personas por científicos de la 'uni' de Quebec en torno a las fantasías sexuales consideradas comunes. Constato que estamos más cerca de los canadienses de lo que podríamos imaginar y, a pesar de las cortapisas morales y educativas, el consenso alrededor de este objeto de deseo estimula lo suyo.

Los participantes en la velada nocturna, la mayoría de los cuales ya han intimado en varias ocasiones, ¿no tienen fantasías? En el trabajo realizado para 'The journal of sexual medicine', un amplísimo quórum se decanta por el tilín que le hace practicarlo en lugares públicos y, sin embargo, nuestros atildados mozos, que tienen a su alcance las herramientas para hacer florecer todo lo público que se ponga a mano, acuden a la cita desganados, como quienes van a la oficina con la única pretensión de fichar y de que pase la jornada en modo eyaculación precoz, limitándose de nuevo a medio cumplir a base de utilizar tan solo el argumentario de rigor. Muermos perdidos, los muy altivos.

Ojo. El último barómetro existente acerca de las fantasías sexuales de los jóvenes españoles advierte que a lo del trío, políticamente tan en boga, se ha sumado a gran escala para ellas el sexo con juguetes dirigidos a control remoto. El distanciamiento, que está a la orden del día. La prueba estriba en que el 75% de los encuestados reconoce que practica una vez a la semana o ni siquiera eso. Víctimas del bloqueo, se colocan ante la pantalla para fijarse en quienes les guían y, al percatarse de que cumplen aún menos, vuelven a quedarse igual que buena parte del resto. Es decir, a dos velas.

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