Por una vez la sorpresa fue general. La discreción primó y el acuerdo para un gobierno de coalición se guisó en un solo encuentro entre el presidente en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Algo inusual y que la dura campaña electoral no hacía presagiar. Para pasmo de unos y escándalo de otros.

Pero la necesidad obliga y desde hace tiempo era notorio que estaban obligados a entenderse. Y más tras la pérdida de diez escaños entre los dos y más un millón de votos. El nivel del agua ha subido mucho y también el de las dificultades. De un lado hay mayor atomización de Congreso, más partidos, y un solo voto pesa y puede decidir el resultado.

Con algunos tienen buena sintonía y el martes mismo ya se decantaban favorablemente por esta fórmula (cada uno con su «agenda» eso sí). Otros lo miran con ánimo pero quieren saber más del programa, lo que es lógico. Como en abril hubo pronto quienes les urgían y llevaban sus reclamaciones, de sus autonomías. Son temas que se vienen arrastrando, demandas de mejor financiación, de obras publicas prometidas y hasta iniciadas pero paralizadas entre dos Gobiernos recientes..

Pero en esta ocasión como en la anterior -que se dilató mucho en negociaciones y desencuentros- hay varios flecos y aunque el documento que firmaron en la cuarta planta del edificio de las Cortes, no todo está allanado ni resuelto de entrada. Y a simple vista hay dos supuestos que a las pocas horas mostraban sus aristas o una mayor dificultad. La pretendida y deseada abstención de Ciudadanos y la tantas veces prometida de ERC, cuyos representantes, uno a título individual, el otro más oficialmente, dijeron que están más por un «no». La situación del partido que ha dejado huérfano Rivera, sin comité que lo guié hasta el próximo congreso extraordinario, que no se puede celebrar antes de 3 meses según los estatutos, hace que sea especialmente complicado que las bases se pongan de acuerdo, sin que hayan dirimido quien va a ser su líder (o lideresa) y que línea van a adoptar, porque algunos de sus fundadores ya han señalado que lo más importante es esto. Pero Arrimadas se distanció de inmediato con un breve. Contra las últimas declaraciones de Rivera durante la campaña en el sentido de facilitar que haya un Gobierno de España, aunque no fuera el que él conformara. Y los de Esquerra lo tienen también muy peliagudo con Junqueras en la cárcel, tras su condena, y con el tema de su inmunidad como parlamentario europeo en el alero.

Para conseguir los votos necesarios para la investidura de Sánchez -y no diré para que haya luego gobernabilidad- va a tener que dialogar mucho y tener mucha mano izquierda y derecha sin duda o no llegara a cuajar este Gobierno de coalición que les parece «ilusionante» y «profundamente progresista» a quienes lo promueven.

Por todo ello y hasta que el próximo 3 de diciembre se reúnan las Cortes y veamos si algunos de esos acertijos van siendo despejados, lo que llevará un tiempo, no sabemos si llegará como dicen «a ramo de bendecir». Sí, España necesita un Gobierno, estable, sí, moderado en lo económico, dentro del marco que marca Bruselas, también, progresista, en temas sociales y que empuje reformas buscando el consenso en otras formaciones que habían ofrecido pactos en temas de Estado, lo que está por ver pero es necesario en el contexto que atravesamos nacional y global.