José Luis López Vázquez, atrapado en una cabina telefónica, intenta escaparse de ella sin ningún éxito. La gente lo ve, pero nadie le hace caso. Este es el argumento de La Cabina, dirigida por Antonio Mercero, uno de los primeros mediometrajes en la historia del cine español que, a su vez, pone nombre al Festival Internacional de Mediometrajes de València La Cabina. El género del mediometraje ha experimentado desde siempre una sensación semejante a la del protagonista de La Cabina: todo el mundo lo veía, aunque fuese de pasada, pero nadie le hacía caso. El Festival La Cabina se encarga de que esto no ocurra, de que el mediometraje (películas de 30 a 60 minutos) trascienda y se convierta en un género más dentro del mundo cinematográfico. Y después de doce años desempeñando esta labor, podemos afirmar que el equipo de La Cabina, encabezado por Sara Mansanet, lo ha logrado.

Cuando pienso en el festival La Cabina, además de la película de Mercero, recuerdo las célebres palabras de Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». No sé si conocen la historia de este festival, que se celebra en València entre el 21 y el 29 de noviembre, pero intentaré relatarla aquí, porque bien merece ser contada. La Cabina es el único certamen celebrado en España dedicado al mediometraje y el único de carácter internacional en el mundo.

Hace justo doce años llegó a manos de Carlos Madrid, un joven licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas, un cortometraje de 28 minutos. A partir de ahí, se puso a investigar el mundo del mediometraje y organizó un equipo de ocho personas, alguna de ellas procedentes del Aula de Cinema de la Universitat de València, que pusieron en marcha la primera edición de La Cabina.

De esta manera tan entusiasta surge un festival que, hoy por hoy, congrega a miles de espectadores cada noviembre; un público que entra así en contacto con el mediometraje en versión original, un formato con dificultades de exhibición en el mercado.

A lo largo de estos años, mucha gente pequeña, como diría Galeano, ha ido sumándose a esta iniciativa. Lo que podrá verse en los ocho días del festival es el resultado de un año de búsqueda y trabajo en red de una treintena de personas.

Desde la Universitat de València, la sede principal -albergamos la inauguración, la clausura y varias secciones- no podemos estar más orgullosos de una iniciativa a la que hemos visto nacer y crecer muy de cerca.

La edición de este año evidencia que lo que surgió como una pequeña idea se ha consolidado y convertido en un gran festival. Se han recibido más de 500 cintas de todo el mundo para participar en las secciones a competición. Para la sección oficial, programada en La Filmoteca, se han seleccionado 15, y el apartado de no ficción, Amalgama, permitirá ver 11 filmes en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València. A lo largo de estos doce años, La Cabina ha reunido a más de 50.000 espectadores.

Pero además de los mediometrajes, este festival ha ido creciendo y ofrece encuentros y coloquios con los directores, conciertos,matinales en familia, videopoesía y hasta un proyecto didáctico para acercar los oficios del cine a las escuelas.

Y todo ello ha sido posible porque cada vez más instituciones y empresas ayudan a que el festival siga creciendo y consiguiendo proyección internacional. Quizá Galeano tenga razón y los sueños de mucha gente pequeña puedan hacer despertar otro mundo.