S i me equivoco, me lo dicen y ya está. (Ya está quiere decir aquí, por supuesto, que rectifico o matizo). Veamos, por ejemplo, algo sobre el progreso, ahora que cabe la posibilidad de tener un «gobierno progresista» y aprovechando que se alzaron las frías voces de los desapacibles patriotas (¿para cuándo acogedores matriotas?) en contra.

Creo que los progresistas surgieron a la vez que la idea de progreso, en una relación de causa-efecto recíproca. Esa concepción progresista aparece ligada a la Ilustración y a la Modernidad frente al inmovilismo de la tradición premoderna. Un progresista debe ser un libreprensador opuesto a las ataduras e imposiciones acríticas de las iglesias, de la tradición y de las autoridades totemizadas del pasado. Además, la idea de progreso sólo funciona si lo es para todos los miembros de la Humanidad (otro concepto que surge con el progreso): el progreso es cosmopolita y feminista: frente a los muros y las vallas, el progreso se fija en el horizonte, de suyo inalcanzable. A la vista de lo que hay, el progreso va necesariamente ligado al cambio, sin que, claro está, todo cambio vaya ligado al progreso: es perfectamente posible la reacción y la involución... Y patatín y patatán: dejémoslo aquí, porque no avanzamos nada recitando lo ya sabido.

Hace ya algunas décadas se acuñó el término «progre», pero no en el sentido de que te llamas Salvador y te dicen Voro, sino en sentido negativo, malo de solemnidad para los mortalmente serios, asociado a ingenuo, inocente y tonto útil. El progre prolongaba los vicios de la perdonable juventud hasta la edad patéticamente madura, y no me refiero a los consuelos de la masturbación, sino a la mojigatería, a lo políticamente correcto, a lo radical chic, a lo pequeño burgués, al comunismo trasnochado y fracasado...

Así, poco a poco, el término «progre» ha ido cambiando, como un terso grano de uva se convierte en pasa arrugada, hasta llegar al uso que le dan, porque les da la gana, los patriotas de la ultraderecha reaccionaria de Abascal y Ortega y Smith: «la dictadura progre» sería, según ellos o a por ellos, la posición de quienes defienden el pensamiento único, la desigualdad y la división entre hombres y mujeres, todo ello enmascarado y empaquetado como libertinaje, feminismo y justicia social. Progresista significa para ellos todo lo contrario de lo que significó en su origen o primera procedencia. ¡Vayapordiós y miraquiénhabla! Hemos pasado del oxímoron (muerto viviente, agridulce, calma tensa, dictadura progre) al epíteto (Blancanieves). Abascal, ¡qué bonita serenata!