A veces la realidad se amontona y los reclamos para posicionarse resultan más perentorios que la capacidad de dar argumentos. Ahí está el golpe de Estado de Bolivia. Sin embargo, dedicaré este artículo a Más País. Algunos lectores extrañaron que el artículo anterior no hablara de este asunto y es verdad; he hablado demasiado de Más País antes de las elecciones como para callar después de ellas. La decisión de Más País de presentarse a las Elecciones del 1ON estaba sobrecargada de riesgos. La situación que habían forjado las fuerzas mayoritarias era de tal índole, que cualquiera que mediara en ese laberinto carecía de hilo conductor para tejer un hilo de Ariadna. Los actores prometerían la gobernación, y la voz de Más País sería una más diciendo lo mismo. Si ese era el objetivo, se beneficiarían los partidos con experiencia de gobierno o bien aquéllos que la hubiesen favorecido. Así, subieron PP y VOX, y cayeron PSOE, Ciudadanos y Podemos.

La íntima relación entre PP y Vox se vio en Andalucía, Madrid y Murcia. Vox no cometió el error de Podemos en las elecciones de 2015. Es una fuerza sistémica que refuerza el gobierno del PP allí donde se encuentre. Tiene razón Esteban Hernández al caracterizar a VOX como un partido subalterno del PP. No será antisistema. Formará la guardia pretoriana de los valores del PP, y los defenderá con modales tardo-franquistas. Antes, esos modales franquistas se ejercían en privado; ahora, se representan en público. Son el surco nacional, que dice Juliana. Sus variaciones internas sólo se activan en situación de excepción. Este hecho testimonia que la derecha tiene una gran capacidad estratégica, capaz de articular su guerra de posiciones, de organizar una pluralidad interna sin perder su hegemonía.

En estas condiciones, Más País tenía difícil ser una voz nítida. Por supuesto, su situación ya era difícil antes. Estaba su larga fractura con Podemos, llena de paradojas, pues la apropiación de la línea política trasversal de Más País por Iglesias coincidía con la acusación permanente de traición a los seguidores de Errejón; estaba la negativa de Carmena a presentarse, que sembraba la incógnita de si Más País heredaría su capital político; y con ello, estaba la pérdida de imagen de equipo y de solidez intergeneracional. Se añadieron dificultades adicionales cuando la situación de Cataluña estalló. Clamar por el diálogo en medio del griterío era difícilmente escuchable. España ha entrado en una situación peculiar. Son los extremos los que empiezan a definir la normalidad. El mismo PP, que se niega a considerar a Vox radical, impulsa un discurso que sugiere que los independentistas debían ser ilegalizados y Podemos deslegitimado como partido capaz de intervenir en el normal juego democrático. Desde luego que Más País no podía tenerlo fácil en este esquema.

Y sin embargo, Más País se presentó, forzando los tiempos de su construcción como partido. Aun así, considero que fue una opción adecuada. Primero, porque era una cuestión de principios, no de cálculo. La situación española no estaba para inhibiciones. Esto es importante cuando se quiere lanzar un mensaje de seriedad política. Más País sólo tendrá un hueco si es un partido de principios claros, que une con vínculos ideales a un cierto estrato de la ciudadanía. Segundo, porque era la única manera de saber pronto con qué numero de votantes se contaba, identificar un capital político claro. Por supuesto, era también necesario recoger los votos que podrían abstenerse de Podemos. Nadie pensaba en disputar votos al PSOE. Para una fuerza decidida a jugar en el largo plazo, lo mejor era empezar cuanto antes a lanzar una oferta política. Ahora sabemos que casi 600.000 electores se sienten identificados con Más País. Y creer que la situación política ya es estable es un error.

Es preciso recordar el proceso de C’s. Los errores los ha cometido cuando tenía 57 diputados, y el error fundamental ha sido carecer de principios políticos. Como recordaba Ignacio Sánchez Cuenca, ese error concierne a los intelectuales que inspiraron a C’s. Sus líderes no han sabido vincular el partido al ideario de su fundación, y por eso no han logrado identificar el partido con principios claros. Al final, la debacle. Más País tiene supuestos ideológicos claros y puede jugar a largo plazo. Y esto, ante todo, porque Más País representa la opción que puede pensar siempre desde la perspectiva de reunir a clases profesionales y populares. Esta perspectiva comprende el valor pacífico, civilizatorio, protector y solidario del Estado como soporte de seguridad y dignificación de las clases populares. Frente a la posición nacional-oligárquica vigente, la tarea de Más País es forjar una opción nacional-popular.

En un artículo del domingo, Enric Juliana ofrecía un diagnóstico. Surcos frente a meros partidos-marcas. Organizaba un argumento fundamentalmente determinista. España tiene cinco surcos políticos: el propio del PSOE, los nacionales de Vox, la derecha europeísta del contubernio de Munich, en el PP; los nacionalistas en Cataluña y Euskadi, y los resistentes comunistas. Como se ve, España sigue en la época de Franco o en la intrahistoria. Es más, otros dos surcos, el de la CNT y el de las provincias olvidadas, también invocan el pasado. Sin embargo, creo que Juliana olvida algo. Quizá haya una cierta población en España que no es europeísta al modo liberal del PP; que no es nacional oligárquica como los tipos de Vox; ni es resistente al modo del PCE; ni ejerce un paternalismo benevolente al modo del PSOE, más herencia de la tecnocracia pre-democrática que de su larga historia. Esa población no puede identificarse con las comprensiones etnicistas de las minorías nacionales, aunque en muchos problemas sea solidaria con ellas.

En suma, hay en España muchos votantes que no se identifican con ninguna de las posiciones de esos surcos. Su relación está más bien con la experiencia de la democracia española desde 1977. No es que quieran impugnar esta experiencia, pero quieren subrayar que no ha logrado superar una forma de comprensión centralizada, jerarquizada y tendencialmente oligárquica del poder político. La mejora de esa democracia no pasa por un partido más, fuertemente burocratizado y orientado a una representación paternalista sobre una ciudadanía pasiva. Hablo de gente que quiere ser activa, consciente y madura, porque tiene ideales que defender y necesita un partido que los represente con nitidez.

Cuando digo Más País imagino que digo más democracia activa y popular, más solidaridad, más igualdad entre hombres y mujeres, más ecologismo, mejor trato a los animales, más incorporación de clases populares a la educación de calidad, más equilibrio económico, político y cultural entre las nacionalidades que forman España. Pero sobre todo entiendo más horizontalidad política, más trabajo federativo de organizaciones, más vínculos ideales entre los territorios. Y este trabajo es de largo plazo.

¿Cubre esto el PSOE? En realidad, el PSOE ha sido actor principal de estos desequilibrios. Ya no se trata de etnicismo. En Galicia, en València, en Cantabria, en Canarias, en Teruel, en las Castillas, cada vez más países se sienten olvidados por una forma de entender la política que sirve al diseño de la sociedad española que forjó el desarrollismo tardo-franquista. El PSOE no es contradictorio con estas demandas populares, pero las pospone de forma continua porque atiende con preferencia los intereses orgánicamente vinculados a las oligarquías centrales. No obstante, este no es el problema principal. Hoy por hoy el PSOE es un partido dual. Muchos de sus líderes desean concentrarse en el problema de Cataluña y en la defensa de la unidad de España sin atender a las políticas que la desertizan y la convierten en una estructura desequilibrada e inviable. Las gentes que defienden perfeccionar la democracia española no proceden de surcos arcaicos. Son gentes reflexivas que quieren corregir, en todos los sentidos, el rumbo tenebroso que hace una década emprendió la democracia española.