Surgió. Después de las reuniones en las plazas repletas de estudiantes que deseaban un nuevo cambio llegaron ellos, profesores de facultad. Y destacó Pablo Manuel Iglesias con su prepotencia y un enfado autoritario. Adaptaron las palabras de los estudiantes y formaron un nuevo partido: Podemos. Ellos iban a transformar una sociedad capitalista. Pedro Manuel despreció a la clase política y les denominó «casta». Me quedé pensando y, como siempre que dudo, recurrí a la Academia de la lengua española: En la India se refería a un grupo social que se diferenciaba por su rango y que impone la endogamia. También se refiere a un grupo que forma una clase especial. Incluso se refiere al perro de casta.

El ser humano, y sobre todo el político, suele ser ambicioso, y es normal. Las palabras bien estudiadas de Pedro Manuel y su oratoria de profesor y de personaje que ha recorrido ya muchas televisiones le dan crédito y llegan incluso a convencer. Pero en la vida y más en la política la coherencia es necesaria. Con enfado lanzó la palabra: ¡La casta! Y ha luchado, insultado y casi se ha arrodillado por pertenecer a esa casta y lo ha conseguido. Fue su relación con Pedro Sánchez una relación oscura, turbia, de amantes despechados que se necesitan, aunque con distintos lenguajes, para llegar dónde cada uno de ellos ambiciona. Y… ¡es tan humano!

Me viene a la memoria un pequeño trozo de un poema de Emilio Sola: Alguien llegó hablando del progreso/de nueva civilización/de arriesgadas empresas/de producción y ciencia/ y la noche se iluminó de rojo.

Esa gran mayoría de políticos que se colaron y se engancharon a la cosa pública como si fuera una droga nos ha alejado a muchos de los que creíamos que la política, con sus luces y sombras, tejía la democracia.

Pablo Manuel dejó aquel barrio que tanto le gustaba. Al salir por la mañana hablaba con el panadero y el quiosquero y se sentía «pueblo». Pero se fue a una bonita casa rodeada de jardín que, por supuesto, consultó a las bases de su partido y… ¿por qué no? Todo el mundo tiene derecho a hacer sus sueños realidad. Incluso ya es familia numerosa, con unos niños monísimos que, probablemente, irán a una guardería en la que quizá puedan aprender inglés y chino. Los sueños de los padres son infinitos. ¿Les dejarán en herencia todo el trabajo que hicieron para que tuvieran una vida mejor? ¿O el impuesto de sucesiones se lo arrebatará?

El Pedro Manuel descamisado y aparentemente descuidado, se viste de smoking en la fiesta de los Goyas. Solo son pequeñas apariencias que no llevan a ningún lado. Que borre el entrecejo de hombre enfadado. Al fin y al cabo ya es un burgués.