Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Butaca de patio

El revolucionario Goya

Pocos genios tan indiscutibles en la cultura española como Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, 1746-Burdeos, 1828). Dibujante, grabador y pintor de múltiples registros y temas, Goya fue el autor de centenares de obras maestras. Desde su estilo inicial del rococó hasta el prerromanticismo pasando por el neoclasicismo, el artista aragonés dejó una impronta personal en todas sus creaciones y recorrió toda la amplísima escala que va de aprendiz en el taller de Francisco Bayeu, más tarde su cuñado, a pintor de la corte de Carlos IV. Crecido en una familia de artesanos, algo que influyó en su formación, Goya alcanzó su madurez artística poco a poco y marcado por los avatares de la convulsa época que le tocó vivir. Sin duda alguna, fue la llamada guerra de la Independencia (1808-1814) el acontecimiento que más influyó en su vida y en su obra. El museo de El Prado acaba de inaugurar Solo la voluntad me sobra, la mayor muestra de dibujos goyescos reunida hasta la fecha, unas 300 piezas, en una exposición que permanecerá abierta hasta febrero de 2020. Resultaba casi obligado clausurar con Goya las celebraciones del 200 aniversario de El Prado, cuya entrada principal preside una estatua del pintor aragonés. Un acierto, además, hacerlo con dibujos, ya que muchos expertos consideran a Goya todavía mejor dibujante que pintor. Muchas de estas obras, por otra parte, revelan su capacidad para captar los tipos y costumbres populares y su interés por defender las causas justas y criticar a los poderosos, a los que había conocido muy de cerca.

La proyección universal de Goya ha llevado su vida al cine en varias ocasiones y actores como Paco Rabal (Goya en Burdeos), Javier Bardem (Los fantasmas de Goya) o Jorge Perugorría (Volaverunt) e incluso el norteamericano Anthony Franciosa (La maja desnuda) han encarnado, entre otros, al personaje. Sin embargo, el imaginario popular que se ha trasladado del pintor desde las pantallas o desde los museos suele pasar de puntillas sobre un hecho trascendental de su vida. O más bien de su muerte. Goya fue un exiliado, otro más de los españoles brillantes que falleció en tierra extraña por la intransigencia y el sectarismo de su país de origen. Tal vez el filme Goya en Burdeos, dirigido por Carlos Saura, represente la mejor aproximación a los últimos años de un artista ilustrado y, por tanto, afrancesado y un revolucionario para su época, tanto en la pintura como en la política. Decepcionado con la inútil monarquía borbónica, a la que había servido, y con una aristocracia decadente, que lo había seducido, Goya se sumó en su vejez a todos aquellos intelectuales que vieron en los franceses no tanto los invasores como los portadores de ideas de progreso, libertad y justicia. Esa apuesta les costó el exilio a escritores como Leandro Fernández de Moratín, gran amigo de Goya, y a otros muchos ilustrados. Todavía hoy el término afrancesado suele tener un tono peyorativo o al menos irónico. Así pues, el pintor aragonés demostró su patriotismo al ponerse siempre del lado de su pueblo, al que sojuzgaron más los reyes españoles que los emperadores extranjeros.

Compartir el artículo

stats