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La corona

La debilidad de las fuerzas políticas a la hora de formar Gobierno postergará el debate sobre la conveniencia de la Monarquía para España. Durante la celebración de la victoria electoral en Ferraz, las banderas monárquicas superaron con holgura a las republicanas. Podemos parece haberse convertido súbitamente al modelo emanado de la Constitución vigente. Incluso ERC, que lleva la república en sus siglas, demuestra mayores urgencias que el cambio de régimen.

Bien es cierto que nos acordamos de la monarquía cuando truena. No hay más que recordar el discurso de Felipe VI posterior al 1-O o la intervención de Juan Carlos I en medio del golpe del 23-F. Probablemente nos volveremos a acordar del Rey -marginado hasta ahora- si las negociaciones para formar gobierno se complican.

La serie "The Crown" y los escándalos sexuales del hijo de la reina -"Andrew el cachondo", como se le conoce en la prensa popular- han vuelto a traer la monarquía británica al primer plano de la actualidad. La monarquía, una vez más, reaparece cuando truena.

La propia BBC se planteaba la semana pasada cómo ha influido en los británicos la serie -aparentemente crítica- que desnuda las intimidades de Buckingham Palace. Sus periodistas han preguntado a historiadores, biógrafos y todo tipo de expertos en "royals". La conclusión es sorprendente: la imagen de la Reina sale reforzada. ¿Cómo es posible?

Hablamos de la mujer a la que, incluso, se relacionó con la muerte de Lady Di, la que bregó con una familia disfuncional de alcohólicos e infieles, incluso con relaciones comprometidas con los nazis. La misma que se enfrentó a primeros ministros socialistas republicanos como Harold Wilson o conservadores ineptos como el músico Edward Heath. La misma que ahora lidia con el "brexit" y las salidas de pata de banco de populistas como Boris Johnson. Lo cierto es que esta mujer, aparentemente flemática, calculadora y distante, sale reforzada de sus muchas crisis durante los 67 años que lleva ocupando el trono.

La explicación es simple. La serie la muestra como una mujer austera, dura como un huso, engolada a menudo, pero humana. Isabel acaba apareciendo como una víctima, una chica a la que el destino la colocó en el trono con solo 26 años. Una joven que renunció a su vida personal por el deber de reinar. Una mujer que no se pudo permitir más debilidades que su amor por los caballos.

Según los expertos, para los británicos la reina se ha convertido en el único elemento estable, que sobrevive a azotes de todo tipo en medio de las tormentas que azotan a un Reino Unido en sus horas más bajas. En suma, ella es la referencia en un país que ha perdido las referencias. Es la roca sólida que ha visto pasar a 14 primeros ministros, siete papas y 12 presidentes de Estados Unidos. Si alguna persona es elemento de continuidad en este mundo volátil -desde la Segunda Guerra Mundial hasta el presente- esa es la reina Isabel.

Se le puede achacar muchos defectos, como la falta de reflejos. Tardó una semana en reaccionar ante tragedias como el hundimiento de la mina de Aberfan (Gales, 1966) en la que murieron 144 personas, la mayoría niños. Tardó siete días en suspender sus vacaciones y darse por enterada de la trágica muerte de Lady Di. Hizo y deshizo matrimonios de su hermana y de sus hijos. Consiguió que nadie a su alrededor pudiera ser feliz.

Y, sin embargo, sus súbditos la aprecian cada vez más. Olivia Colman, que la encarna en la serie, la define como icono feminista. Los periódicos publican reportajes laudatorios con titulares como "Las 25 razones por las que amamos a la reina". Mientras la reina esté viva, es la percepción de los británicos, nada puede pasarnos.

Isabel II, a través de "The Crown", se ha convertido en modelo de monarcas. Es de suponer que Felipe VI verá la serie, de las que se desprenden lecciones útiles también para España: cómo lidiar con díscolos políticos republicanos, con las violentas revueltas nacionalistas, con los familiares disolutos, con las clases más perjudicadas por la crisis económica o con las víctimas de tragedias necesitadas de consuelo. La reina de Inglaterra tendrá sus cosas, pero a experiencia no la gana nadie.

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