Ya va para 27 años que las Naciones Unidas decidieron que en el calendario mundial debía figurar una fecha que se ha convertido en motivo de celebración y reivindicación para nuestros colectivos de personas con discapacidad. El 3 de diciembre de cada año le recordamos al mundo que es una jornada para que se nos oiga, se nos vea y, por encima de todo, se nos sienta. Para poder avanzar necesitamos un masivo apoyo social pues no solo somos nosotras/os quienes tenemos la discapacidad sino que es la sociedad quien, con sus barreras y no solamente las arquitectónicas, las más visibles y evidentes, cognitivas o sensoriales, las que nos impiden acceder a cualquier fuente de información a una persona, nosotras y nosotros, con discapacidad intelectual o auditiva signante u oralista. Siempre he creído que en el transcurso de los años las cosas están empezando a cambiar, como diría aquel rockero cantautor que tanto le gusta a mi padre, siquiera tan tímidamente que los logros apenas parecen perceptibles a pesar de la pelea cotidiana e incansable de gente que, de manera individual o desde las asociaciones no paran de luchar para que tengamos reconocidos todos nuestros derechos desde una perspectiva integral.

Con toda la dificultad que esto entraña, es cierto que desde el Gobierno de la Generalitat valenciana presidido por el socialista Ximo Puig, se está haciendo un gran esfuerzo para lograr, desde la mal llamada Ley de Dependencia, dar paso a la Ley de Autonomía personal. Todo esto significa pasar de una filosofía basada únicamente en los cuidados a trabajar y conseguir la plena inclusión social. Y estamos en ese camino, créanselo, aunque todavía queda mucho por recorrer, especialmente para el colectivo de personas con problemas de salud mental. Hay que seguir trabajando en la coordinación socio-sanitaria-educativa. Queda mucho camino por andar, doy fe, pero caminante no hay camino al rodar. Seguimos en la lucha.

Recientemente he estado en la ciudad mexicana de Monterrey invitada por una de las universidades más importantes de aquella nación hermana, el Instituto Tecnológico. Desde la plataforma oral que se me brindó por la organización del Foro de Inclusión, el TEC de Monterrey, reclamé a voz en grito en su clausura a que todos los discapacitados, agrupados o no, salieran de sus casas y se pasearan por las calles para mostrar esas barreras físicas fruto de las barreras mentales que todavía persisten. Es este un mensaje que he repetido hasta la saciedad en aquellos lugares donde me han permitido expresar nuestra situación. Y, también, a que se transformen convenientemente los hábitos y legislaciones que nos permitan acceder a nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos libres que somos, como está empezando a ocurrir lentamente, sin prisa pero sin pausa, en nuestra Comunitat Valenciana, donde ejemplos como la Universidad de Alicante o el hemiciclo de les Corts son una buena muestra de que se comienza a caminar en la buena dirección.

En este día en el que tantas cosas faltan por solucionar, hagamos nuestras las palabras del socialista portugués Antonio Guterres, secretario general de la ONU, de trabajar juntos por un mundo mejor, inclusivo, equitativo y sostenible para todos y en el que los derechos de las personas con discapacidad se hagan plenamente efectivos. Muchas y muchos estamos en ello y seguiremos reivindicando aquella hermosa frase de Ernesto Guevara que musicaría Ismael Serrano: "La única lucha que se pierde es la que se abandona". Adelante.