"Con la Constitución, es posible lograr una concordia civil llamada España, donde convivan ciudadanos que, por tener diferentes opiniones, creencias o convicciones, se complementen entre sí" (Adolfo Suárez, 1932-2014)

En estas palabras, pronunciadas por el primer Presidente del Gobierno de nuestra actual democracia, se define a la perfección el carácter integrador y la voluntad de pluralismo de la Carta Magna española de 1978, que en estos días celebra su 41 cumpleaños. Y es que la Constitución del 6 de diciembre no tenía otro objetivo que remendar la descosida sociedad española, fruto de la contienda entre hermanos y la larga dictadura, además de traer y asentar de una vez por todas a nuestra Nación la democracia, sacándonos del ostracismo y devolviendo a España a la vanguardia de los países occidentales.

En el contexto actual, que algunos asimilan al vivido durante el nacimiento de nuestra ley fundamental, los antagonismos políticos llevados al extremo y la atomización de intereses parecen ocupar totalmente el escenario público, dejando a un lado el bien común y los rasgos comunes de nuestra sociedad, lo que, sin duda alguna, perjudica gravemente el avance de nuestro país. El entendimiento o la concordia, tan repetidos y defendidos por el Presidente Suárez, parecen caer en el olvido, primando el interés propio o de grupos reducidos. Y eso, desgraciadamente, pervierte el llamado espíritu de la Transición, que tanto bueno nos ha traído a España desde aquella época. Esta situación es resultado inequívoco del paulatino abandono y menosprecio a la Constitución del 78. Ya que muchos asemejan nuestra situación actual a la de finales de la década de 1970, hagamos justicia a esta afirmación y copiemos la ambición, la voluntad, la decisión del pueblo español en esos días, que fue el principal artífice de la Transición.

Por eso, de forma urgente se ha de retomar el camino que tiene como guía los valores y principios del texto constitucional, retomar el alma que 40 años atrás permitió dejar a un lado los muchos obstáculos que impedían los acuerdos, el espíritu que puso en la misma mesa a personas situadas en las antípodas ideológicas para conformar un futuro de prosperidad de España. La fórmula que los representantes públicos de la Transición pusieron en práctica les hizo perder, o mejor, renunciar, a convicciones e intereses particulares de cada grupo, pero como resultado: todos ganamos. Ganamos una Nación donde cada uno de sus pueblos se ve representado, una sociedad que unida ha podido afrontar los diferentes contratiempos que en estos años han aparecido, un país por el que muchos no apostaban en su día pero que ha llegado a colocarse entre los estados más destacados a nivel global. De forma irrefutable, los pilares para sustentar estos logros recaen sobre todos y cada uno de los artículos que conforman la Constitución Española de 1978.

En definitiva, la suma de todos y con la Constitución nos ha traído muchos más éxitos y beneficios que si este camino lo hubiéramos recorrido por separado, como algunos quieren para España de aquí en adelante. Por eso, si algo funciona, como es nuestra Constitución y nuestra democracia, ¿por qué cambiarlo?