Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julio Monreal

Una Greta para cada plaza

Juana de Arco tenía 16 años cuando inició su carrera hacia la cima que comparten los héroes de Francia. Se puso al frente del ejército real para expulsar a los ingleses de su tierra natal, lo que le costó morir en la hoguera. Ansu Fati tenía la misma edad cuando firmó su primer contrato profesional con el FC Barcelona, que le ha puesto una cláusula de rescisión de 170 millones de euros ampliables a 400 millones. Pero nadie se preocupa por la escolarización de la nueva estrella culé. Todos hablan de que la joven sueca Greta Thunberg debería estar en el colegio en lugar de viajar de país en país sacudiendo conciencias para que se tomen medidas contra el cambio climático. ¿Todos? No. El «tema de conversación» de estos días es el preferido de los radiopredicadores de primera hora de la mañana y demás integrantes de la caverna política y mediática que ven en la sostenibilidad una amenaza a su despreocupado modo de vida y de negocio.

La adolescente sueca se ha convertido por méritos propios en una referencia, en una líder que ha logrado que miles de jóvenes de todo el mundo den vida al movimiento «Viernes por el futuro» (Fridays For Future), una plataforma que clama para que se revierta el camino que la Humanidad ha tomado para destruir el planeta en el que vive, como si hubiera otro alternativo.

No son muchos. De hecho, cada viernes por la tarde en plazas como la de la Virgen en València no se reúnen más de dos docenas de jóvenes entusiastas que llaman la atención con sus voces y sus pancartas. Pero así comienzan los movimientos que se convierten en imparables.

Hacen falta más Gretas Thunberg, y más cumbres del clima, una en cada país cada dos o tres meses, para que las cosas empiecen a cambiar al ritmo que hace falta para desandar la senda pegada al precipicio que la Tierra recorre desde los años 80, con las sociedades consumiendo recursos como si fueran inagotables y ensuciando hasta la náusea el planeta, que es la casa de todos. «El cambio llegará, os guste o no», ha dicho en Madrid la adolescente sueca a los mandatarios políticos, a los poderes económicos y sociales y a los ciudadanos en general que se desentienden de las prácticas sostenibles por interés, pereza o indolencia. Aún hay quienes pese a todas las campañas informativas siguen dejando caer el agua del grifo mientras se cepillan los dientes o utilizando el inodoro como un cubo de la basura más. Pero también existen las empresas que continúan produciendo toallitas higiénicas de las que atascan las tuberías de pueblos y ciudades o que venden cuatro piezas de fruta en un envoltorio de plástico que pesa casi tanto como la mercancía.

Las medidas contra el cambio climático deben llegar de los ámbitos global, local y personal. Hay países e industrias que tienen su negocio y su razón de ser en actividades que agreden al medio ambiente obteniendo con esos comportamientos pingües beneficios sin importarles las consecuencias a medio plazo. La deforestación continua de la Amazonia está en esa lista de tropelías globales. A escala local, la contaminación de las aguas o el aire de las ciudades daña gravemente la biodiversidad y la salud de los ciudadanos. En el ámbito personal, la separación de los residuos y el ahorro energético son gestos cotidianos que ayudan a mitigar las consecuencias del cambio climático.

Con todo, las responsabilidades no han de repartirse de forma lineal. Las administraciones y los referentes sociales tienen en sus manos la obligación de pilotar el cambio. Uno de los principales problemas con los que se enfrenta la imprescindible sostenibilidad es un sistema económico lineal que produce a gran escala para que se consuma a la misma gran escala, y ese camino recto genera buena parte del empleo que constituye el principal medio de vida de los ciudadanos y la más importante base nutritiva de los estados. A menudo se señala que la mayoría de los empleos que estarán disponibles en 2030 aún no existen, y es necesario que las administraciones, las instituciones formadoras y las empresas que llevan la delantera empiecen a formular ese futuro, a prepararlo, para vencer los recelos de una sociedad como la valenciana, que acumula más de 360.000 desempleados y que tiene todos los días la tentación de contraponer desarrollo económico y sostenibilidad. Esfuerzos mayores en innovación, desarrollo tecnológico y generación y captación de talento se antojan imprescindibles para alinear a la sociedad actual con la agenda de compromisos que la Organización de Naciones Unidas (ONU) mantiene con la vista puesta en 2030 y con las conclusiones que salgan de la cumbre COP25 que se celebra estos días en Madrid. Porque si se impone el consumo de productos de proximidad, de kilómetro cero, que necesitan de un mínimo transporte desde el campo a la mesa para reducir la llamada huella de carbono, las importaciones y las exportaciones se resentirán, y con ellas un sistema económico en el que el comercio es un puntal básico desde que los fenicios conectaron todas las orillas del Mediterráneo. La generalización de las energías renovables, la reducción del uso del automóvil y otras medidas para llevar la economía lineal a un sistema circular, que reutilice y revalorice los recursos, son muestras esperanzadoras de un cambio social que necesita alcanzar el rango de revolución para enderezar el rumbo del planeta. Pero queda casi todo por hacer. Y hacen falta más Gretas, hasta una en cada plaza.

Maneras de vivir un club que es más que un club

Si un club de fútbol pone a disposición de su equipo de balompié de personas con diversidad funcional el mismo autobús que utiliza el equipo de Primera División para sus desplazamientos, o el mismo hotel, está dejando claro que para él sus secciones de deporte adaptado no son algo complementario, secundario, sino una actividad central, que merece el mismo mimo y el mismo respeto que el que se presta a las estrellas del firmamento profesional. Eso precisamente es lo que se respira en el documental «Maneras de vivir», que el Levante Unión Deportiva y su Fundación Cent Anys acaban de estrenar. Diez integrantes de sus secciones de deportes adaptados, desde fútbol a ciclismo, pasando por hockey en silla de ruedas y otros, muestran a las cámaras sin complejos su día a día en el deporte y en la vida. Junto a estos titanes que luchan todos los días para superar barreras que a otros les parecerían infranqueables emerge la imagen de un club que se merece el máximo reconocimiento por su labor de apoyo a la inclusión y a la igualdad de las personas con diversidad funcional. Y no es que les sobre el dinero, es que les sobra voluntad y conciencia social. No es el Levante UD, ni mucho menos, el club con más presupuesto, ni el de mayor masa social, pero sí es el que ocupa el podio de honor en compromiso con su entorno. Otros han perdido la conexión con la sociedad que les apoya. El club granota la tiene a dos millones de megawatios. No hay que perderse «Maneras de vivir». Reconecta a uno con la vida, con lo que de verdad importa.

Compartir el artículo

stats