Estoy nerviosa. Mucho. También estoy expectante, un poco asustada e incluso algo aterrada. Hoy tengo una cita. Una primera cita. Es una persona muy importante para mí pero no la conozco. No he oído hablar de ella, no sé su edad ni su sexo. Tampoco sé a qué se dedica ni siquiera sé si hablará mi idioma. Estoy nerviosa. Mucho. Demasiado.

He llamado a mi amiga María para preguntarle qué me pongo para la ocasión. Ella no es estilista pero siempre acierta y me ha dicho que me ponga algo cómodo, «es domingo», ha recalcado. También le he preguntado sobre qué le hablo, un tema de conversación para romper el hielo. Le he dicho que no quiero parecer seria, no quiero resultar altiva ni atrevida pero tampoco aburrida y correcta. No quiero ser pesada con mis historias ni con mis experiencias personales pero me gustaría que supiera algo más de mí, no solo lo que se ve a través de la pantalla que no siempre es fiel a la realidad. María, que me conoce bien, me ha dicho que no le dé tantas vueltas a la cabeza, que me deje llevar, que deje las cosas fluir, «sé agua, amiga» me ha dicho. También me ha dicho que no sea tan dramática como acostumbro a ser. De verdad, no sé por qué me dice eso. Creo que esta tarde no tenía muchas ganas de hablar porque no me ha dejado preguntarle mucho más y yo aún tenía algunas preguntas que hacerle. Antes de despedirse ha sentenciado, «sé tú misma»€ pero no he tenido tiempo de decirle que a veces es complicado ser como una es.

Como María ya no respondía a mis mensajes he decidido escribir en una hoja una lista con varios temas: noticias de actualidad, algún cotilleo del trabajo que siempre gusta escuchar. Cuatro ideas generales sobre mí: mis gustos literarios, que no como carne, que tengo un perro que se llama Bruno que a veces se porta bien y otras muchas veces mal. Que me da miedo volar, que me encanta escribir y que me chiflan las lentejas.

He leído la nota dos veces y la he tirado a la basura. Me ha parecido una tontería escribir algo que ya me sé. Quizá podría hablar del tiempo o de política como hace todo el mundo, pero siempre he odiado esas conversaciones de ascensor. Una vez me dijeron que no existe una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión y a mí me da miedo no gustarle a la primera. Me dicen que cambio mucho en persona, que parezco otra cuando salgo por la tele. La mayoría de las veces sonrío porque me gusta la gente sincera, la que te dice las cosas a la cara pero otras veces no me hace tanta gracia. Hay gente que no tiene gracia.

En fin, María tiene razón€ no debo preocuparme tanto. Nada sale como una espera. Debería saberlo por experiencia pero estoy nerviosa. Mucho. Demasiado. Hoy es domingo y ya no hay vuelta atrás. Mi cita se acerca. Mi cita€ eres tú.